Alberto Gálvez
Sería oportunista por mi parte decir que no he visto cosa igual sobre un campo de fútbol, sobre todo, porque uno ya va peinando canas. Pero lo que sí que es cierto es que acciones como la que protagonizó el señor Pablo Páez Gavira 'Gavi' en el césped de San Mamés son cada vez más escasas en este fútbol moderno donde la gomina, la colonia y los tatuajes predominan a la sangre y el sudor.
Y digo "señor" porque, a pesar de su corta edad (18 años), para mí hace mucho que tiempo se ganó ese calificativo por la entrega y la pasión con la que juega cada vez que salta a un terreno de juego. Al principio, lo típico, pensaba que era el clásico chaval que quería demostrar más de la cuenta, que era la adrenalina de los primeros partidos y tal. Pero lo que lleva demostrado el centrocampista del FC Barcelona desde que debutara el 29 de agosto de 2021 frente al Getafe es que está hecho de otra pasta. Se dieron cuenta antes que nadie en la secretaría técnica azulgrana y, posteriormente, otros como Luis Enrique, tan duramente criticado por convocarlo con la selección española cuando apenas había jugado dos ratos con el primer equipo.
Son muchos los que piensan que este palaciego no debería haber salido nunca de Sevilla, para el deleite de los hispalenses, pero contra los 'todopoderosos' poco se puede hacer. Parece un futbolista sacado de otra época, su fútbol lleva una mezcla de las delicatessen propias del balompié actual y el de los años 80 (los primeros partidos que recuerdo), donde raro era ver un partido en el que no había que vendar la cabeza de un jugador. Además, ya he escuchado a más de uno criticarlo porque "protesta mucho" y porque "reparte tela", pero claro ninguno es barcelonista. Todos queremos a un Gavi en nuestro equipo y si pueden ser 2 ó 3, mejor.
La escalofriante secuencia que rodó en 'La Catedral' el pasado domingo por la noche ante el rojiblanco Dani García ya ha dado la vuelta al mundo y, en menos de veinticuatro horas, ya se ha hecho viral. Hasta el 'Tiburón' Puyol no ha podido evitar la emoción al verlo, otro tipo que era antinatura en el campo. Su pundonor por impedir que el rival siguiera con el balón en su poder le hizo jugarse la cabeza y, gracias a Dios, la acción acabó milagrosamente en "juego peligroso" señalado por Gil Manzano y con su salud intacta, fruto también de que el jugador del conjunto vasco aminoró la marcha viendo a semejante 'espécimen' y decidió golpear el esférico con el interior de su pie derecho. Quizás en otra ocasión, podría haber acabado con el culé ingresado en el hospital y, al menos, con unos cuantos puntos en la cara. Pero mejor no pensarlo, porque viendo las imágenes y pensando en lo que le pudo haber pasado, se le pone a uno la piel de gallina.
Y ahora, para colmo del centrocampista, el juzgado de lo mercantil número 10 de la capital catalana ha anulado la medida cautelar que obligaba a LaLiga a inscribirle con ficha del primer equipo, por lo que deberá volver a ser inscrito como futbolista del filial para jugar con el primer equipo azulgrana hasta final de temporada. El problema fue que el club catalán presentó fuera de plazo la demanda principal sobre la inscripción definitiva del jugador como futbolista del primer equipo.
Su cláusula es de 1.000 millones de euros pero, aunque esta opinión no lo vaya a leer usted, por favor, Joan Laporta deje de jugar con la vida del chaval, que él ya se la juega por usted en cada partido por intentar levantar a un Barcelona cada vez más podrido. No fiche más y arregle los contratos que tenga que arreglar para que el año que viene pueda inscribirlo de una maldita vez como se merece. O de lo contrario, tendremos que seguirle desde otras ligas.