Doce jornadas sin ganar constituyen una losa de la que difícilmente se puede escapar. De hecho, aunque ha sido ratificado esta misma semana,
Juan Ramón López Muñiz es consciente de que se enfrenta a un ultimátum tácito, quizás explícito en privado. Por ello, sólo vale ganar a los granotas y a su técnico, quienes apenas han rascado un triunfo y ocho empates desde que cayeran en la primera vuelta en el
Benito Villamarín (4-0). Aquella goleada abrió una brecha aún abierta y sangrante. Fue un torpedo en la línea de flotación de un proyecto que venía lanzado desde Segunda, pero que ha vivido ya diferentes revoluciones, internas y externas, que no han conseguido estabilizarlo en la elite con garantías de permanencia.
Para buscar la reacción, el míster asturiano medita cambiar de inicio el 1-4-5-1 por un 1-4-4-2 más versátil y dinámico, que ya utilizó varias veces durante los encuentros, aunque casi nunca como punto de partida. Incluso, Muñiz ha ensayado hasta la misma víspera con este dibujo, mezclando titulares y suplentes para despistar, por lo que el once es una incógnita. Con todo, el nuevo sistema exige que el doble pivote sea eminentemente físico para equilibrar las subidas por bandas de los extremos, donde
Morales podría tener la compañía de
Rochina o Jason. Por lo anterior,
Doukouré y
Lerma parten con ventaja sobre
Lukic y
Campaña.
El preparador azulgrana espera que, con
Roger y
Pazzini, su equipo castigue los espacios a la espalda de los centrales béticos, apostando por una presión alta también y por transiciones vertiginosas en caso de robo en campo ajeno.