El Sevilla Fútbol Club mostró dos caras contra el Eibar en el estadio de Ipurua, donde cayó derrotado por 3-2, cosechando así su primera derrota de la temporada fuera en un encuentro loco en el que fue ganando 0-2 en el descanso y donde acabó hincando la rodilla.
Dos actos claramente diferenciados y que tuvo su punto de inflexión, de ruptura, en la lesión de Daniel Carriço, en el 61' cuando aún campeaba el 0-2 en el coliseo guipuzcoano. Hasta ese momento, el central luso aportó colocación, anticipación, seguridad y experiencia. Además, cuando hubo problemas no se complicó, despejando balones con contundencia.
Finalmente, Carriço fue capital para sacar el balón jugado desde atrás e iniciar un ataque que, con relativa facilidad, desbarató la presión alta del Eibar. Ahí se vio que era el pilar que sustentaba todo el sistema defensivo blanquirrojo.
Sin el internacional portugués, la zaga patinó, se cayó sin explicación y regaló tres errores impropios hasta ahora, que se pagan caro a este nivel.