Tras configurar una plantilla para
Jorge Sampaoli, quien lo dejó tirado a última hora para fichar por el Sevilla, y cederle los mandos, en una idea continuista, a
Paco Jémez, quien tan sólo duró seis jornadas habiendo sumado sólo dos puntos, el Granada optó por dar la espalda a su planificación y dar un volantazo con destino a
Lucas Alcaraz, técnico con una filosofía de juego muy contraria a la plantilla que se había configurado en verano y que acabó siendo destituido, también, (no sin renovar su contrato en enero) dejando al conjunto nazarí penúltimo y a siete puntos de la salvación. Es decir, todo un experimento que resultó nulo y al que le ha sucedido
Tony Adams, vicepresidente de la empresa deportiva del presidente y propietario del Granada, el chino
Jiang Lizhang, quien antes de cederle el banquillo le había brindado la dirección deportiva. Otro auténtico experimento que destaca por el carácter excéntrico del excapitán del Arsenal y su falta de experiencia al frente de los banquillos, siendo totalmente nulo su debut como entrenador nazarí,
recibiendo de los suplentes del Celta un 0-3 que evidenció que la salvación granadinista suena a milagro y que lo de Adams en el banquillo es cuento chino, nunca mejor dicho. Un 4-4-2 clásico inglés configurado con once nacionalidades distintas y en el que dejó fuera a
Carcela y Boga, los dos futbolistas con más talento, amén de una zaga configurada por cuatro centrales (motivado en parte por la ausencia de Foulquier, que tampoco llega para Nervión) y sin conocimiento del rival. Es decir, un tinte excéntrico para un experimento que apunta a nulo en un curso para olvidar.