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Iván Jara: "Everest 2000 abrió la veda a más repeticiones"

Iván Jara: "Everest 2000 abrió la veda a más repeticiones"
Jara fue uno de los integrantes de la primera expedición andaluza al Everest. - Álvaro Sánchez
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"Andaluces hay por todo el globo, pero ninguno comenzará el año 2000 coronando la cima del mundo, la cumbre del Everest. Éste es precisamente el objetivo de los componentes de la expedición Andalucía-Everest 2000". Así rezaba la noticia de El País en la que diez andaluces se preparaban para lograr esa hazaña. Hoy, veinte años después, uno de los componente, el sevillano Iván Jara recuerda cómo fue aquella aventura.

- ¿Cómo recuerda la hazaña?
- Con mucho cariño. Con la distancia, los malos momentos se dulcifican y sólo queda lo bueno. Lo cierto es que me ha hecho mucha ilusión porque en el décimo aniversario no hubo nada y la verdad que ha cogido por sorpresa que haya tanto movimiento. Me ha gustado.

- ¿Qué supuso aquello para el alpinismo andaluz?
- Ponernos en la primera plana del alpinismo nacional. Realmente, vascos y catalanes ya lo habían hecho y la afición que hay en esas regiones es más solida que la de aquí, así que puso a Andalucía en el mapa como cuna de alpinistas.

- ¿Cómo se gestó la iniciativa?
- Se lo debemos a Lolo (Manuel) González. El fue el primer andaluz que empezó a moverse en el mundo de los ochomiles y de él salió la idea de montar una expedición para el Everest. Encontró el apoyo de Deporte Andaluz, que fue el que sufragó la expedición, pero a nivel organizativo fue el que preparó junto con la Federación Andaluza de Montañismo la selección de alpinistas y de ahí salió. El era el jefe porque la había ideado.

- Usted cuenta en el programa '20 años de la conquista andaluza del Everest' que ha estrenado la FAM que hasta ese momento no había llegado ni a los cincomil.
- El Mont Blanc lo había hecho en numerosas veces. Muchos cuatromil, llegué a subir a 4.800 metros, pero ningún ochomil. Entre eso y que cuando se hizo la selección yo estaba en otra expedición en la Patagonia, es por lo que inicialmente entré como miembro sustituto por si fallaba alguien. En la expedición preparatoria del 99 en Nepal, Lolo vio que yo tenía posibilidades y ya volví como miembro de pleno derecho.

- Lolo cuenta en el reportaje que la decisión de quién hacía cumbre fue dura.
- Fue emocionalmente dura porque el problema fue que los sherpas nos fallaron. Inicialmente el equipo de cumbre iba a ser de cuatro o cinco, y cada uno de los alpinistas con un sherpa, que ayuda y es lo habitual. El día que íbamos a salir a cumbre nos quedamos sólo con tres sherpas, ahí hubo que decidir qué solo tres irían y Lolo tuvo que elegir a los que el creía que tenían más posibilidades. Luego, la realidad fue que incluso esos tres sherpas nos abandonaron. No ya que nos abandonaran como tal, sino que no salieron del campo 4. Sólo salimos los tres alpinistas y de eso nos enteramos a 4.800 metros, cuando Santi (Millán) le dijo a Lolo: "estáis solos, que estáis sin sherpas". Si previamente lo hubiéramos sabido, a lo mejor Fernando (Fernández-Vivancos) también hubiera venido, o incluso abortamos sabiéndonos solos. Eso ya es historia ficción.

- Al parecer fue un momento en el que Manuel Salazar, que era el segundo de la expedición, declina para ponérselo más fácil a Lolo González y que el hecho de que tres se quedaran en el campo 4 daba una segunda opción por si vosotros fallábais y que se cumpliera con el propósito.
- Ya partíamos de un primer intento en el que los seis el día anterior lo intentamos, pero tuvimos que abortar a 8.100 metros porque hacia mucho viento. El siguiente, los que mejor estábamos éramos los tres, Fernando y Santi, que estaba un poco tocado del día anterior. El reservar era una opción posible, pero Lolo esa noche cogió a los que más posibilidades tenían en ese ataque. Lógicamente si tres se quedan, pues para el día siguiente, pero a ocho mil metros no se descansa y ya llevábamos una noche.

- ¿Cómo es el momento que vislumbras la llegada?
- Sinceramente no te lo planteas, más si ya sabíamos que los sherpas nos habían abandonado y que las reservas de oxígeno se nos acababan. De hecho, bajando se agotaron y hubo unos trescientos metros que yo bajé sin oxígeno y con un deterioro físico importante. Cuando estás llegando a cumbre solo quieres llegar, hacerte la foto y bajar, porque el tiempo empeora y sabes que estás un poco en precario. No era ni un día apacible ni para disfrutar, era un poco sabiendo que la emoción iba a llegar después y también porque en un ochomil la mayoría de accidentes se dan a la bajada.

- ¿Qué cambios percibió a su llegada?
- En Andalucía nos recibieron muy bien y teníamos un nombre a la hora de realizar nuevos proyectos, nos recibían de forma diferente. A nivel de alpinismo se abrió la veda para más repeticiones, tanto para el Everest como otros ochomiles; pero realmente ni la Junta ni los organismos oficiales han vuelto a apoyar con tanto ímpetu.

- Uno de sus compañeros en esa expedición, Juanjo Garra, falleció en el Dhaulagiri. ¿Cómo es perder a alguien en la montaña?
- Ten en cuenta que previo al Everest, en el 1997, yo fui triste protagonista en una expedición en los Alpes en la que íbamos cinco y volví yo solo. Ya tenía muy interiorizado que la montaña se puede ir y no volver. Admiro mucho lo que hago y los riesgos que asumo, sabiendo que no sólo mueren los otros. Que muchas veces se ve como que los accidentes le pasan a los demás, pero quien lleva años en esto, por experiencia propia o cercana, hemos perdido compañeros y amigos.

- ¿El alpinismo actual es menos heroico o más seguro?
- El ochomilismo es más seguro. Está mucho más comercializado. El alpinismo técnico y de vanguardia tiene el mismo nivel de compromiso. Ahora hay materiales más modernos, pero se está exigiendo más. Más difícil, más rápido y con menos medios. Lo que hemos ganado por un lado lo arriesgamos por el otro.

- ¿Se han vuelto los ochomiles más accesibles?
- Sí, muchísimo más. Yo tuve la suerte de vivirlo en un momento en el que era más individual. El día que nosotros íbamos para cumbre salimos muchos del campo 4, pero hicimos cumbre un americano, cuatro sherpas con él, y nosotros tres. Subiendo iban más, pero no como en las fotos que hemos visto del año pasado, que eso conlleva unos riesgos porque ahí no se puede estar mucho tiempo y sólo puede pasar una persona. Se ha generalizado el uso de oxígenos a muy alto flujo desde muy abajo. Sé de otras expediciones que lo han estado usando desde el campo 3. Nosotros nos impusimos como ética deportiva usarlo sólo a partir de campo 4. Yo hubiera intentado hacerlo sin oxígeno, pero era la primera vez que Andalucía intentaba el Everest y buscábamos terminar con éxito, por eso redujimos el nivel de exigencia y nos enchufamos al oxígeno.

- ¿Cómo ha cambiado en estos 20 años el alpinismo?
Se ha popularizado. En ciertos ámbitos se ha denominado 'turismo de altura'. Con muchos medios, que es para colocarse la banderita. Luego están los otros, que buscan travesías de varias cumbres en poco tiempo, que requieren mayor entrenamiento y una mayor preparación que una expedición comercial.

- ¿Qué retos tiene veinte años después el alpinismo andaluz?
Muchos. A nivel ochomil, no ha habido nadie que haya cumplido los 14 ochomiles, que es algo que a mí no me atrae, pero es tan válido como cualquier otro. Por otra parte, buscar ascensiones más difíciles. No tienen por qué ser las más altas, sino montañas dejadas, sin apoyo logístico y en difíciles condiciones. En 2015 intentamos un pico de 6.000 metros en el Himalaya hindú que requería ocho días de marcha por sitios sin poblados y nos mantuvo aislados un mes/mes y medio. En un mes no vimos nadie.

- ¿Y qué retos tiene usted?
Una vez que pase el confinamiento, llevo unos años dedicándome a la escalada en hielo, de cascadas verticales en Canadá o Noruega, y estoy poniéndome fuerte en escalada en roca.