Los cofrades más veteranos recordarán a aquellos nazarenos de antifaz negro que, sin capirotes, recorrían las calles de Nervión cada Viernes de Dolores. Años más tarde recogieron el testigo en Torreblanca y en la calle Feria. Fue el germen de la que actualmente es la jornada más grande, con todo lo que conlleva, de la Semana Santa de Sevilla. Sí, nuestra Semana Santa.
Hoy no se despertará en mí la emoción de ver al primer nazareno claretiano en Heliópolis. Pasión y Muerte no le enseñará a Sevilla que Triana también sabe vestirse de ruan. El nazareno más antiguo de la Semana Santa hispalense no recorrerá las calles del Arenal. Pino Montano no vivirá su día grande.
Mañana tampoco habrá visita a San Juan de Dios, la catedral de La Milagrosa. Simón de Cirene no podrá ayudar con la cruz al Señor de la Caridad. Ni la decana demostrará que su barrio también es Sevilla. Las vísperas más tristes que uno espera vivir han terminado. Soñando, han terminado en el besamanos en San Lorenzo. Han finalizado en el beso a Jesús de las Penas en San Vicente. Han tocado a su fin tomando la cruz para seguir a Cristo en la capilla del Dulce Nombre de Jesús. Las vísperas han terminado. Hoy es Viernes de Dolores y comienza la Semana Santa sevillana.