No creo que tarde el exportero del Sevilla
SuperPaco en pedir disculpas a los aficionados béticos por
el desafortunado comentario que ha realizado en la cadena
SER refiriéndose al derbi disputado en 1980 (hace 37 años) en el campo del
Betis: "Me tiraron unos cuernos, lo que allí les sobra, pues tienen superávit". Si quiso hacer una gracia, es de mal gusto, y en el tiempo que vivimos en el que todo se radicaliza en las
redes sociales, en nada ayuda a la sana convivencia que necesitamos y que debemos pregonar por sentido de la responsabilidad todos los que tenemos la opción de llegar a miles de aficionados.
Sobran esos cuernos y nada bueno
aporta desempolvar otras batallas vividas en el pasado por
SuperPaco. "Me dispararon con una escopeta de plomillos, uno se me quedó clavado en un guante y otros me pasaban silbando por el lado", ha dicho añadiéndole, porque no hay constancia real, su parte de literatura.
Con unas sinceras disculpas aceptadas debería zanjarse el tema porque de palos, muletas, cuchillos, ataques traicioneros a jugadores, botellazos a entrenadores, bustos, broncas radiofónicas y otros muchos actos violentos propios y ajenos, de aficiones y directivos, están llenas
las páginas de la historia de los
derbis sevillanos.
Nada debemos esconder. No hay vergüenzas que tapar porque además las expondrán y se recrearán en ellas los medios nacionales. Pero demos a cada personaje, a cada palabra, a cada acto de hermandad la importancia que tiene.