Lo que de verdad importa

La muerte de Pablo Ráez, el joven marbellí fallecido este fin de semana tras una lucha titánica contra la leucemia, debe hacernos reflexionar a todos y, tomando prestado el título de la última película de Paco Arango, ser conscientes de ´lo que de verdad importa´.

La historia de Pablo no es una historia de superación cualquiera o de lucha contra el cáncer, es más bien un relato épico, con un héroe sin capa, pero con una misión que ni su muerte podrá evitar que se consiga. Con 18 años, le diagnosticaron leucemia, un duro revés que, para él, en cambio, supuso un estímulo. Optimista casi por castigo y con una sonrisa imborrable, decidió un buen día que su fin no era vencer al cáncer, sino conseguir un millón de donaciones de médula. Con su campaña de concienciación, ha logrado multiplicar de forma exponencial el número de donantes, tanto que en Andalucía ha pasado de 300 mensuales a unos 2.000.

Tras dos años de hospitales, trasplantes, quimios, recaídas y vueltas a empezar, Pablo se apagó en su casa el pasado sábado, pero dejó tras de sí cientos de mensajes positivos en las redes sociales, en los que invitaba a vivir con pasión, a luchar sin desfallecer por lo que queremos, a valorar cada segundo de la vida y a no temer a la muerte, lecciones de vida que han despertado miles de conciencias adormiladas que se han sumado a su causa.

Amante del deporte, hizo del sacrificio y la superación sus mejores compañeros de viaje. No era raro verle practicando ejercicio en su habitación del hospital, donde ha pasado prácticamente sus dos últimos años de vida. Antes, yoga, pádel-surf, running o crossfit fueron algunas de las modalidades que este malagueño practicaba asiduamente y que le llevaban a dar cada día un poco más de sí, un afán de superación que mantuvo hasta sus últimos días.

Su vida y ahora su muerte deben servir de ejemplo para mantener viva su lucha de conseguir un millón de donantes. Tan sencillo (y tan importante) como donar un poco de sangre y rellenar un formulario.