La deriva mercantilista, la pérdida del respeto al dinero y la estrepitosa caída del romanticismo ha desnudado al fútbol de valores que lo engrandecían y empequeñecido su sentido más puro. Una esencia que por suerte perdura en la base, en la semilla de la pasión que luego se desvirtúa en demasiadas ocasiones.
La verdad todavía se aprecia en las canteras, en torneos como la LaLiga Promises, en los que, más allá de algunos 'tics' del profesionalismo, se vislumbra el sentimiento por unos colores, libre de intereses, incorruptibles. Disfrutan y sufren. Son la savia nueva. Lo que viene. Con la esperanza intrínseca de recuperar el peso de las canteras, de que sus clubes piensen antes en ellos que en fichar a un chico de su misma edad y similar en talento.
En Heliópolis y Nervión hay mimbres de futuro. Lo han demostrado en Villarreal con una gran imagen en el torneo de promesas en ciernes. Los blanquirrojos se han colgado el bronce y han recordado la importancia de mirar hacia dentro, de dar la oportunidad al que sueña con triunfar en su casa y que, como Navas o Bryan Gil, se dejarán la piel por su escudo.
Estadio Deportivo2 min lectura