Dani Ceballos se marchó de Heliópolis en
2017, a las puertas de la 'era
Setién', seguramente como nadie habría querido. Ni Quique, que trató de usar su experiencia para convencerle de que un año a sus órdenes le haría llegar más preparado al
Real Madrid; ni los dirigentes verdiblancos, que se quedaron con la sensación de que su ex agencia de representación,
Bahía Internacional, y el utrerano les forzaban a vender; ni, aunque a la larga, el propio mediocampista, consciente de que, amando como ama al
Real Betis, las formas (véase
Fabián o Junior, por ejemplo) son tan importantes como el fondo. Por eso, si bien la palabra no es arrepentido, uno de los mayores talentos de Los Bermejales lleva casi esos cuatro años
lamentándose. Y un poco menos, pero no mucho menos,
soñando con volver a vestir de verdiblanco.
Innumerables
guiños en redes sociales y entrevistas que, a la postre,
no se materializaron en las ventanas de fichajes. Probablemente por no poner todos lo suficiente de su parte. Ceballos, que porfió al principio por convencer por todos los medios a
Zidane, tiene un caché, que sí se lo pagaban en el
Arsenal. El Madrid hizo una
inversión reseñable (15 millones de euros, asumiendo
comisiones, la parte de la operación que correspondía al futbolista y metiendo el pase de
Narváez para contentar a los hispalenses) y no se cerró en banda a prestar a su activo, aunque no a cualquier precio (cesión remunerada, olvidándose de la ficha). Al Betis no le ha covenido o, directamente, no ha podido afrontar semejante gasto por recuperar a su 'cachorro'. Con todo, el "
imposible" ha dado paso en cuestión de semanas a un esperanzador "los caminos
volverán a cruzarse".
A punto estuvieron los astros de alinearse el
31 de agosto. A la chita callando, como se hacen las cosas en una dirección deportiva,
Antonio Cordón y sus colaboradores trabajan a destajo para hacerse con dos '
gangas' de última hora, que cedieron (económicamente hablando) y presionaron a sus clubes para que sólo escucharan a los verdiblancos. Con
Bellerín, prioridad por la grave lesión de
Sabaly nada más llegar, cuadraron las cuentas con la rescisión de
Sidnei y la reubicación en el filial de Yassin Fekir, pero no llegó la ingeniería financiera (para ampliar el
tope salarial) sin las salidas de
William Carvalho, Joel, Tello y/o Guardado. Con un par de ellas, una solamente de haber sido el luso-angoleño por su altísimo sueldo, habría bastado para ver a Dani de nuevo con las trece barras en el pecho. Todo estaba hablado y atado.
La idea era algo similar al 'caso Bellerín': olvidar las opciones de compra e ir a lo inmediato, confiando en que, dentro de un año, sus hipotéticas negativas a
renovar (ambos tienen contrato únicamente hasta
2023) rebajaría a la mitad o más las
expectativas 'gunners' y 'merengues' por piezas tasadas en una horquilla que va
de los 25 a los 30 millones de euros. O, incluso, una continuidad coyuntural por una campaña más (2024) permitiese un nuevo préstamo, esta vez con una vinculación más tangible al final. Una patada a la lata para buscar ya un panorama post pandemia en el que, con todo el público en los estadios y los traspasos a un ritmo normal, el
margen para inversiones crezca también en Heliópolis. Con todo, en el caso de Ceballos se presentará un problema añadido: el de los
tiempos. Y es que, si con Héctor el
debate se aplaza hasta el próximo verano, con el utrerano existen mayores urgencias.
Aún
lesionado de importancia en un tobillo, después de la feísima entrada de un egipcio en el partido inaugural de
Tokio 2020, el retorno a la actividad de Dani no se antoja ni mucho menos inmediato. Pese a contar con
ficha, sus minutos en el Real Madrid de aquí a Navidades serán nulos o mínimos, en el mejor de los casos. Una situación insostenible con su edad y su proyección, por lo que el interesado exigirá un destino diferente en el
mercado invernal de la
21/22 para no pasarse el
año en blanco, nunca mejor dicho. Preferiblemente, el Betis, pero, de no ser posible, otro. El
riesgo de verlo con otra camiseta estriba en que ese hipotético club sí abone su
opción de compra, frustrando un reencuentro para el que se llevan meses tendiendo
puentes, superando supuestos
traumas y complejos. Es ahora (esta temporada) o nunca, parece.
Pero para que los caminos de Ceballos y su equipo del alma se entrecrucen de nuevo hace falta mucho. Por parte verdiblanca, sobre todo. De momento, seguir moviéndose en los
despachos para conseguir que
Tebas amplíe el tope salarial, justificando nuevos ingresos (bien usando el aumento de socios, la parte del contrato con CVC que se había dejado para futuros cursos, las variables de las ventas de
Junior y Emerson o las ligadas a los éxitos colectivos de
Brasanac y Feddal, contratos de patrocinio...). Ayudaría, claro está, que la indirecta a Joel, convertido en cuarto portero por detrás de
Rui Silva, Bravo y Dani Rebollo, le haga marcharse en la próxima ventana, que el ostracismo de otros compañeros consiga lo mismo, que alguien convenza a Carvalho de la pertinencia de emigrar, etcétera. Demasiados factores en el aire, aunque en la planta noble del Villamarín
se carbura ya para no perder la
oportunidad.