Treinta y dos partidos. Treinta y cuatro goles encajados. Once porterías a cero. Más de 2.800 minutos en su haber. Y eso que no tuvo el camino tan expedito como en sus últimas temporadas en el Granada, sino que 'luchaba' con otro gran guardameta como Claudio Bravo y un Joel Robles que, aunque tercero en discordia, aportó competitividad, una voz autorizada y un apoyo continuo, rindiendo lo que le tocó jugar en las primeras eliminatorias de la Copa del Rey. Lo dicen desde dentro, pero fuentes de acreditada solvencia: es difícil encontrar un grupo de profesionales que se complemente, se respalde, se levante (cuando las cosas no vienen fáciles o aparecen las lesiones) y se fortalezca tanto como el de los cancerberos del Real Betis, con su preparador, Toni Doblas, al frente. El desembarco de Rui Silva, quizás también por todo lo anterior, ha sido plácido en Heliópolis.
Y eso que no ha sido una campaña fácil en lo personal. No ya por ciertas fases de suplencia, sino por asuntos tan graves como el repentino fallecimiento de su padre y la imposibilidad, por el compromiso adquirido con los verdiblancos, de velarlo como mandan los cánones. En aquel partido contra el Celta se partió el alma de muchos, especialmente los que sienten las trece barras, de ver al de Maia en su puesto de trabajo, pese a tener inevitablemente la mente en tierras lusas. Pero ese día también se reforzó la unión entre el espigado jugador criado para la elite en la cantera de Nacional y la grada del Benito Villamarín, que adora a los buenos y, mucho más, a los que se dejan la piel por su escudo y sus colores. Aparte, el rendimiento, de notable alto, como el grueso de una plantilla que tocó la gloria y la plata, con picos espectaculares, como el paradón estratosférico a Isak en los cuartos de final del torneo del K.O. en Anoeta o su empeño en amargar también a la Real en LaLiga en La Palmera, especialmente a Portu.
Con todo, si ya el Betis tuvo que pelear con clubes potentes como el Everton, el Atlético de Madrid, el Villarreal o el Inter de Milán para hacerse con los servicios de Rui Silva, su buen ejercicio 21/22 ha despertado el interés de varios de los de entonces y de otros nuevos. El gran atractivo de entonces radicaba en su condición de agente libre, lo que, prima de fichaje aparte, abarataba considerablemente el coste de un portero que ya tenía una tasación en las casas especializadas de 10 kilos. Antonio Cordón, pero también sus antecesores en la secretaría técnica heliopolitana, se habían movido bien, haciendo valer un precontrato que tenía, claro, cláusulas de escape: dos kilos, cuatro si elegía al Sevilla FC, hasta el 1 de febrero de 2021. A partir del 'deadline' invernal, ya se activaba un contrato por cinco temporadas y con una cláusula de 60 millones que se modula levemente en las fechas más comprometidas del mercado.
El ex del Granada no se lo pensó. Lógicamente, sus agentes escucharon a todos los que llegaron, aunque el guardameta mantuvo su palabra y su apuesta por un paso al frente en su carrera deportiva, que está manejando con inteligencia, sin querer subir dos peldaños de golpe (con el riesgo de resbalar y perder el equilibrio). Ahora, su idea es idéntica: ante los que preguntan por su disponiblidad, la respuesta sigue siendo que no se marcha. Por voluntad propia, no. Ésa es la situación en estos momentos: Rui Silva desea seguir en el Betis y crecer a la par que una escuadra que lleva dos temporadas clasificándose para la Europa League, mejorando sus números y su orden clasificatorio, y que ya ha ganado un título y le ha hecho ganar otro a él, el primero de su carrera. En los despachos del Villamarín se atiende a todo el que llama, algo también obvio, porque no hay nadie intrasnferible. Sobre el portugués, la contestación es que no saldrá salvo oferta fuera de mercado, con un precio mínimo equivalente a su valor de mercado (15 millones).