El día que Rogelio le dio la tarde a Cruyff

El día que Rogelio le dio la tarde a Cruyff
- Carlos del Barco
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Tres días y otros tantos años separan la muerte de dos flacos geniales e impredecibles en sus diferentes registros, uno en su calidad de número uno del fútbol de todos los tiempos, Johan Cruyff; otro como emblema de una forma distinta de jugar y dejar su sello indeleble a un equipo, Rogelio Sosa Ramírez, de Amsterdam y de Coria del Río.

Un día de junio de 1974 se vieron por primera vez las caras y al '14' del Ajax tricampeón de Europa, de quien este martes se cumple el cuarto aniversario de su muerte a los 68 años, es posible que no se le olvidara nunca cómo el '11' del Betis durante dieciséis temporadas gestionó de forma 'impía' un descuento como a nadie con el rigor calvinista de la Naranja Mecánica se le hubiera ocurrido nunca.

Rogelio Sosa, que murió el 21 de marzo de hace un año, recibía ese 8 de junio en su casa, en el Benito Villamarín, a quien había deslumbrado desde su llegada a España una temporada antes procedente del Ajax de Amsterdam y había, además de darle el título de Liga al Barcelona, revolucionado estadios, aficiones y álbumes de estampitas.

La primera temporada del holandés en España, el Betis estaba en Segunda y no pudo ser hasta la siguiente cuando el Barcelona de Cruyff llegara a un Villamarín lleno hasta la bandera, ávido de ver a quien el año anterior sólo había podido hacerlo por 'Estudio Estadio' en blanco y negro junto a los primeros extranjeros: Oscar 'Pinino' Mas, Gunter Netzer, Cholo Sotil, Nino Arrúa, Carnevali, Heredia, Ayala...

El partido fue de ésos de pulsos desbocados e iban pasando los minutos, lentos como ellos solos, hasta llegar al 89, cuando el beticismo ya acariciaba como una proeza sacar la mitad de los puntos ante el todopoderoso Barcelona, en las ligas en las que las victorias eran de dos y las tarjetas amarillas todavía eran blancas.

Una falta en las inmediaciones del área culé, cuando faltaba un minuto para el final, hizo sacar a Rogelio esos recursos que llevaba en sus genes y desarrolló en los campos de Coria del Río en los que tantos y tantos han aprendido lo mejor del fútbol.

A Rogelio Sosa le salían cosas ancestrales e inverosímiles desde su aparente indolencia y trote cansino que le hizo inmortalizar la frase de 'correr es de cobardes', que un entrenador le rogase un día crucial 'Rogelio, corra usted hoy, por favor', que a otro le dijera lo difícil que era marcar un gol "así", con la postura de unos abdominales, o que el argentino Jorge Griffa sufriese los rigores de su 'tostá', inverosímil y rayana en la humillación.

Cuando Griffa, abatido en el escarnio, sufrió el 'por aquí te la enseño, por allí me la llevo', oyó de Rogelio eso de 'dónde vas, Griffa', a lo que el racial zaguero argentino del Atlético de Madrid contestó: 'a matarte, Rogelio, a matarte'. ¿Dónde iba a ir después de haber visto tan cerca la valla del 'Fundador'?

Amago tras amago, la defensa del Barcelona ese día no cayó en la cuenta de que Rogelio estaba buscando la cabeza de Antonio Biosca, que no estaba en fuera de juego y que desató el delirio del Villamarín con una victoria que no estaba en los cálculos ni del más optimista.

Ahí empezó la angustia del tiempo que faltaba, los 'árbitro la hora' de los béticos y la genialidad de Rogelio, quien como cuentan en su libro del coriano los periodistas Manolo Rodríguez y Tomás Furest, sacó petróleo de un córner que el Betis logró forzar en un contrataque contra la portería defendida ese día por Sadurní.

La 'Zurda de Caoba', como fue llamado, tiró de repertorio de campos de tierra y le dijo al linier que estuviese pendiente de lo que iba a hacer e hizo, darle un toque imperceptible al balón y sacar el córner, aunque los únicos que lo sabía eran él y el juez de línea.

Mientras, en el área del Barcelona los culés le reclamaban al árbitro, Fernando Pascual Tejerina, que se sacase un córner que ya estaba sacado y el trencilla, como se le llamaba entonces de forma un tanto anacrónica, avisado por su ayudante, se encogía de hombros mientras nadie parecía entender nada hasta que pasó un minuto y el árbitro pitó el final.

Los jugadores del Barcelona se enteraron de lo que había pasado cuando el Betis tenía ya los dos puntos en el zurrón y Johan Cruyff conoció de primera mano lo que años más tarde acuñó Luis Aragonés, que estos 'es de listos', no en balde compartió el vestuario bético con un genio de Coria del Río antes de sentar cátedra en el Calderón.