"Fui un visionario bárbaro", decía
Matías Almeyda al recordar esta semana cómo fue su salto a Europa. Y es que el 'Pelado' hizo algo que a pocos jugadores se les ocurre:
rechazar al Real Madrid. Lo hizo para recalar en el Sevilla FC, en el verano de 1996. En el desastroso Sevilla FC de
José Antonio Camacho y
José María González de Caldas.
Aquel verano fue el de
la famosa 'Ley Bosman', con su especie de libre mercado, y la de la irrupción de
las televisiones con sus millonarias ofertas a los clubes, lo que, sin tener secretarías técnicas preparadas, convirtió el verano en
un despilfarro generalizado. Hubo multitud de operaciones, la mayoría
alegres e injustificadas.
La de Almeyda, empero, no. El argentino era
un futbolista de un nivel ya alto y al que
no se le adivinaba techo, si bien se trataba de
un pivote defensivo y por ahí, por
no verle dar y marcar goles, llegó la primera gran decepción de una afición blanquirroja que esa temporada no dejaría de llevarse una tras otra y que esperaba que su multimillonario fichaje sobresaliese en
'El Sevilla de la ILUSIÓN', según reflejaba la revista oficial del mes de septiembre, previa al comienzo de la liga. Era un Sevilla faraónico, pero construido
sobre cimientos de paja.
El del 'Pelado' iba a ser un traspaso alto, desde luego, pero lo iba siendo muchísimo más conforme avanzaban los días e iban apareciendo interesandos, como un
Real Madrid que llevó el asunto hasta alrededor de los
1.500 millones de las antiguas pesetas. Una burrada.
Mucho más caro, eso sí, salió la contratación de un
Cristian Daniel Colusso del que todavía se duda si era realmente futbolista y quien reconoció que el día de su debut, saliendo desde el banquillo, le temblaron "las piernas". Por Almeyda, traspasado el año siguiente a la SS Lazio, se recuperó prácticamente todo el dinero. Por el resto, no.
Camacho, que intentó sin suerte dimitir varias veces hasta lograr marcharse, tenía a su disposición un plantel con jugadores como Monchi, Tsartas, Hibic, Mornar, Marinakis, Aranalde, Onésimo, Prieto, Martagón, un joven
Salva Ballesta y Ramis o Gómez, que entraron en una
nefasta operación de venta de Davor Suker. Quizás, la peor de la historia del Sevilla FC. Y que Almeyda costase casi tres veces más de lo que se había vendido al delantero croata tampoco era bien asimilado por una grada aún vestida de hierro y cemento.
Volviendo a Almeyda, además del precio pagado, generó falsas espectativas su dorsal: el '8'. Y el ex de River,
a cuya presentación acudieron 12.000 sevillistas, se estrenó en casa ante el Real Zaragoza- dando
una asistencia a Mornar, pero el 'Pelado' no era eso. Ni tampoco el croata un goleador, como se demostraría poco después. Ese día, curiosamente, se llevó la primera reprimenda de la grada, pues se quedó celebrando el tanto de rodillas ante el Gol Norte, cuando quedaban pocos segundos para el final y su tanto sólo
era el 1-2.
En lo suyo, no obstante,
Almeyda era
un futbolista diferencial, capaz de sostener a todo el equipo, de
acudir a las ayudas y ganar en el cuerpo a cuerpo, aunque también
superdotado técnicamente para jugar tanto en corto como en largo. En el actual Sevilla, otro gallo le hubiese cantado, porque
el 'Pelado' era un crack. Un crack incomprendido, que sí hizo carrera en Italia.
El Sevillista (Septiembre de 1996)