Lopetegui se cargó a varios pesos pesados para enfrentarse al colista, dejando entrever con su -valiente y extraña- decisión que había atisbado una bajada de implicación y/o rendimiento en Reguilón, Koundé, Banega, Nolito o De Jong.
Porque, ya fuera de la Copa y sin Europa League aún por delante, no podrá decir que se trataba de una rotación por simple descanso. El 2-1 final, sin embargo, deja aún más patente que lo que tiene su Sevilla FC, realmente, es un problema de juego. De idea. De ejecución. De continuidad. De gestión de las rentas. De valentía, sobre todo.
El técnico vasco quiso dar fuerte golpe sobre la mesa, pero sólo logró dañarse la mano con la que no está sabiendo dirigir desde la banda a sus pupilos. Ni de inicio ni con los cambios.
En Balaídos, quitó primero a Suso, para tratar de amarrar el 0-1; y, posteriormente, sacó del campo a un En-Nesyri que, además del gol, al menos suponía una amenaza a la contra para un Celta que ya se fue arriba. Con el 1-1, trató de regresar al plan inicial, metiendo a Nolito, pero entonces llegó el error de Vaclik. Y he ahí el quid de la cuestión: que antes el Sevilla marcaba y se entregaba después a su gran defensa, y que hace semanas que ya no tiene ni eso: Sergi Gómez fue el mejor atrás.