Monchi lo ha conseguido de nuevo. Ha obrado otro milagro en el mercado con un acierto que lo diferencia del resto de directores deportivos.
Diego Carlos estaba en el
Nantes, ni siquiera en un equipo puntero de Francia, con 26 años, y, dentro de las cifras que se manejan hoy día, a un coste asequible.
Llegó el primero,
sin hacer demasiado ruido al no tratarse de una incorporación mediática y transcurrido un tercio de la competición se erige posiblemente en uno de los mejores centrales de
LaLiga. Su partido ante el
Leganés cuadra en la definición de perfección.
No se conformó con exhibir su nivel de solidez de siempre, con un despliegue físico asombroso, tanto en fuerza en el choque como en
potencia en carrera, y una colocación y sentido de la anticipación mayúsculos, sino que además brindó el triunfo con un gol nervionense como reflejo de que ahora también domina el área rival. Un seguro de vida que se elevó por encima del resto en el último ataque pepinero.