El deporte se une un año más a la celebración del
Día de la Mujer con competiciones, actividades lúdicas y populares y gestos reivindicativos en distintas ligas que subrayan los objetivos de esta jornada.
El 'boom' del deporte femenino en España -las
mujeres han ganado más medallas que los hombres en los dos últimos Juegos Olímpicos- permite celebrar hoy éxitos sorprendentes, como el de
Carolina Marín, ¡una española campeona olímpica de bádminton!, pero también sirve de excusa para recordar a las pioneras que pusieron los cimientos en condiciones más difíciles.
La tenista
Lili Álvarez, que compitió en los Juegos Olímpicos de París en 1924 y fue tres veces finalista del torneo de Wimbledon, y
Carmen Soriano, la estelar nadadora de los años 30, que fue 16 veces campeona de España, figuran entre las más conocidas.
Pero fueron muchas las mujeres que, en aquellos años, casi siempre de manera aficionada, practicaron deporte solas o en equipo, por placer o como actividad social.
La profesionalización llegó a partir de los sesenta y los frutos comenzaron a recogerse en esa década y la siguiente, con éxitos como los de las atletas
Sagrario Aguado, que mejoró en 15 cms, hasta 1,73 m, el récord nacional de altura y fue la primera española en saltar al estilo fosbury; o
Carmen Valero, doble campeona mundial de cross y primera atleta española en unos Juegos Olímpicos, en 1976.
Con el paso de los años fueron pocos los deportes que se resistieron al empuje femenino. Pero tuvieron que llegar los Juegos de Barcelona'92 para que el escenario cambiase definitivamente; para los hombres y también para las mujeres, que pudieron preparar la gran cita con ayudas y recursos, sin verse obligadas a compatibilizar el deporte con otra profesión.
Unos meses antes de Barcelona'92, en los Juegos de Invierno disputados en Albertville (Francia),
Blanca Fernández Ochoa se convirtió en la primera mujer española en ganar una medalla olímpica al hacerse con el bronce en la prueba de eslalon. Antecedente feliz de lo que iba a pasar ese verano en torno a la montaña de Montjuic.
La judoca
Miriam Blasco fue en Barcelona la primera campeona olímpica. El primer oro olímpico español para un deporte de equipo lo ganó allí una selección femenina, la de hockey.
Theresa Zabell,
Arantxa Sánchez o
Conchita Martínez, que tanto habían ganado y ganarían después, dejaron también su huella en los Juegos.
La natación en todas sus variantes -velocidad, waterpolo, sincronizada-, el balonmano, el fútbol, el rugby, la gimnasia, la lucha, el bádminton, el piragüismo, el baloncesto, el ciclismo, el motor, el montañismo... se fueron uniendo a la lista de disciplinas con deportistas españolas en lo más alto.
Las paralímpicas no se quedaron atrás. La atleta
Purificación Santamarta, ganadora de 16 medallas en siete Juegos, y la nadadora
Teresa Perales, con 26 entre sus cinco participaciones, pueden presumir de destacar en la relación de deportistas españoles con más podios.
Hay que recordar también el en
Día de la Mujer a deportistas internacionales que llevaron sus modalidades un paso más allá, como
Nadia Comaneci y su primer diez,
Hassiba Boulmerka y el primer oro olímpico para una atleta árabe,
Venus Williams y su récord de torneos del Grand Slam o la futbolista brasileña
Marta, cinco veces ganadora del Balón de Oro femenino.
Pendiente aún la paridad en otros ámbitos como la dirección deportiva, la dirección técnica o el arbitraje, lo cierto es que sobre la pista, en la cancha, en las piscinas o en los pabellones, las deportistas triunfan, luchan y, a veces, incluso, cobran como los hombres.