La papeleta de sitio la tengo preparada. No recuerdo bien cuándo la saqué, debe hacer bastante tiempo. Quizá fue el primer día que de la mano de mi padre acudí al camarín del Señor para besar su pie.
Tal vez fue en aquellos
Viernes de Dolores en los que, entre hábitos carmelitas, aprendí a rezar el viacrucis en la basílica. También pudo ser en algún
Lunes Santo o Martes Santo lluvioso en los que Sevilla acude a Ti para consolarse. O en cualquiera de las muchas visitas a San Lorenzo para encontrar calma, esa calma que muchos hallamos ante Ti.
Probablemente, fue en aquella fría noche de noviembre en la que
Enrique Esquivias nos enseñó a los más jóvenes qué significa ser nazareno del Señor. Recuerdo bien esa charla. Sin darme cuenta,
entendí que cada Madrugada debía ayudarte a cargar con la cruz.
No obstante, Señor, te
confieso que tu día no lo espero con especial ilusión. No disfruto durante la noche más hermosa de Sevilla. Durante mi estación de penitencia, también cargo con el madero. Como cofrade y cristiano,
entiendo que es mi obligación.
Pensaba que mi penitencia era realmente dura. Y no. Gran Poder, la papeleta de sitio la tengo preparada.
La tengo lista para la que va a ser la estación de penitencia más dura.