Un partido copero sin preparar, con el Valladolid en Segunda y el Espanyol en Primera, en que los jugadores de blanco y violeta ganaron (1-2) llegando con el tiempo justo a Sarriá y algunos se llamaban por el número porque ni se conocían. Fue hace cuarenta años y a ese Pucela solo le frenó en Copa el campeón, un Valencia que este 25 de mayo volverá a ser finalista.
Año 1979, en las taquillas de cine "pegaban" Grease, Piraña o Desmadre a la Americana y la Constitución acababa de nacer, también fue el año de la eclosión de Boney M. Aquella temporada, la 78/79, fue quasi gloriosa para el Real Valladolid, las mieles del triunfo se quedaron a un solo gol en las dos competiciones que disputó.
No subió por un tanto en el golaverage con el Betis y no jugó la final de Copa por otro gol en una semifinal inolvidable ante el Valencia. De aquel año es el referido partido en Sarriá, adonde el Valladolid viajó en el día (no fue ni el utilero por ahorrar costes)
Se da la curiosidad de que fueron convocados varios juveniles y algunos jugadores no se conocían, así que en el campo se llamaban por el número para reclamar un saque de banda o un pase al hueco.
En aquel torneo el Valladolid eliminó, militando en Segunda, al Espanyol, Málaga, Osasuna y a un Burgos de Primera. Aquella fue una gesta memorable, con algunos de los protagonistas repartidos ahora por medio mundo. Así por ejemplo, el argentino Osvaldo Cortés y el paraguayo Mario Jacquet residen en sus países, pero los grandes héroes fueron Rasa Bebic, que vive en Novi Sad, y Daniel Gilé, en Águilas (Murcia).
Eran tiempos de un viejo Zorrilla que olía a Farias y a pipas. La mayoría de los jugadores vivían por la calle Estadio o en el barrio de La Rubia, por una cuestión de cercanía al recinto donde se entrenaban. Tiempos de un Valladolid que se expandía por el sur.
El final de la referida andadura copera resultó, sin embargo, decepcionante porque se fue al limbo un claro penalti sobre Hipólito Rincón, cedido en Pucela por el Real Madrid, que hubiera podido eliminar al Valencia en la vuelta de semifinales.
Era aquel Valencia de Kempes, Solsona, Bonhof o Felmán que parecía imbatible, pero el desarrollo del torneo para el Valladolid había sido espectacular, con dos protagonistas que pasaban casi inadvertidos en Liga y que se crecían cada vez que se ponían en modo Copa, los ya citados Rasa "Tito" Bebic y Daniel "Tigre" Gilé.
El segundo es un delantero argentino que solo estuvo un año en Valladolid pero su huella persiste, al igual que la del espigado guardameta recordado por su bigote y ahora sin el. Ambos eran suplentes habituales, pero fueron las estrellas refulgentes de la hazaña copera y, recordándola para Efe, conmueve su adhesión a unos colores que defendieron durante muy poco tiempo.
Bebic, que estuvo solo dos temporadas, recuerda con cariño aquel partido en que el Valladolid eliminó a un Espanyol que era un gallito de Primera. "Habíamos salido desde Villanubla en un avión que recuerdo muy pequeñito, fuimos casi directos al campo y yo notaba a algunos chavales, que era la primera vez que viajaban, nerviosos y muertos de miedo. Algunos ni nos conocíamos", relata.
El guardameta veía a todos tan asustados que pensó: "con estas caras hoy me van a meter cinco". Entonces recuerda que empezó una arenga junto a Gilé. "Empezamos a gritar en el vestuario como locos: ¡Vamos, carajo, que somos mejores, que nos los comemos, vamos a ganar, somos Valladolid!. Ese "Somos Valladolid" que años después acuñó Miroslav Djukic como lema de un ascenso, lo inventó Rasa "Tito" Bebic aquella noche de invierno del 79.
"Habíamos llevado cada uno su equipación y cena fría, nada más. Apenas hablábamos mientras nos cambiábamos, en el Espanyol había internacionales y nosotros salíamos con juveniles como Jorge, Lolo o Gail (otro, Lorenzo, estaba en el banquillo)", evoca Bebic quien recuerda también que Gail era ariete y ese día jugó de líbero, mientras que Estella y Serrat eran los únicos titulares y viajaron básicamente para ver a la familia porque eran de Barcelona.
Esa noche nació lo de "Mazinger Bebic", cuando al periodista Javier Ares le dio por llamarle así durante la narración del partido en pleno éxito de la serie de dibujos animados japonesa. Una paradoja, pues al meta ya le llamaban sus compañeros "puños fuera".
"Recuerdo que Jacquet, un jugador noble pero siempre contundente, me decía: "Sal más de puños Tito, yo creo que tal y como lo haces se asustan los delanteros", recuerda con ironía un Bebic de quien todos destacan su bonhomía, aunque cuando llegó era algo tímido y recurría al delantero de la cantera Juanjo Aragón para "interactuar" con la gente de Pucela fuera del fútbol.
Más insolente y descarado era "El Tigre" Gilé, el gran goleador de aquella edición de Copa disputada con suplentes y canteranos. El argentino hizo tres goles al Málaga en el partido de vuelta en Zorrilla y metió el gol de falta (1-2) que daba la clasificación en la referida noche con el desaparecido Sarriá de testigo.
"Recuerdo que, antes del lanzamiento, Urruti dijo que solo se pusiera uno en la barrera porque el balón estaba muy lejos, así que quitó a un jugador en el último momento", rememora Gilé.
No ha visto nunca imágenes del gol y a día de hoy sigue buscando el vídeo, pero recuerda perfectamente que el balón estaba en una esquina del área, a unos quince metros de la línea lateral. Cuando vio que Urruticoechea quitaba a un jugador se dijo a sí mismo. "Este tipo a mí no me conoce", y le pegó al balón con todo.
"Iba tan fuerte que no pudo reaccionar, la vio venir pero es que me salió un obús", evoca el argentino, hoy propietario de un restaurante en Águilas, por donde han pasado exblanquivioletas como Ginés García Millán (un portero del Promesas, ahora actor de éxito). Allí tiene Gilé un museo pucelano, con fotos, banderines y camisetas
Daniel Gilé solo estuvo una temporada en Valladolid, pero dejó una huella notable. No le renovaron porque ocupaba plaza de extranjero y ese verano llegó el extremo Zoran Veckic (después representante de jugadores), lo que le impidió seguir.
En Pucela conoció a la que es su esposa, Toñi. Su pasión por el Valladolid era (y es) tan grande que en varias ocasiones ha cogido su coche para hacer 720 kilómetros desde Águilas (1.440 en total) solo para jugar unos minutos con los veteranos. "Terminaba el partido y me volvía de noche a casa para abrir el restaurante al día siguiente. Alguno me decía que si estaba loco", subraya.
Gilé jugó el partido conmemorativo del 75 aniversario del club contra los veteranos del Real Madrid. Fue la última vez que vistió de blanquivioleta, la que él considera la camiseta más bonita del mundo. "No es que yo lo diga, es que lo es", asegura.
Su hijo (también Daniel) jugó al fútbol en Tercera y Segunda B y su nieto (Thiago) le pega al balón con violencia, la misma de su abuelo que le enseñó a chutar en la playa que hay frente a su restaurante, con las palmeras delimitando una portería imaginaria.
Ellos dos, junto a otros muchos, son parte de las gestas que esconde un club que en sus 90 años de historia ha albergado a estrellas como Fernando Hierro, Rafa Lesmes, Caminero, René Higuita, Mágico González, Eusebio o el Pibe Valderrama, entre otras muchas.
Bebic y Gilé son modestos pero representan ejemplos de lealtad al club generada en poco tiempo. Un caso similar es el de "Petiso" Cortés, un lateral que llegó del Elche y que volaba cuando conectaba su cabeza con el balón. También estuvo solo un año, pero se le grabó Pucela en el corazón e hizo de intermediario desinteresado para el club con los jugadores que llegaban en los ochenta desde Argentina, donde él se retiró en Platense y Huracán. Marcó dos goles de falta al Osasuna en los cuartos de final de aquella Copa.
Ahora todos ellos están dedicados a sus negocios y viven separados por miles de kilómetros pero están unidos por aquella gesta de la que ahora se cumplen cuarenta años. Fue el partido de los algoritmos, de los números, porque esa noche ni hubo tiempo de aprenderse los nombres de los compañeros: "¡Oye 15, pásamela!.