Así, como un
fichaje, se puede considerar a alguien que
sólo pudo jugar tres partidos la temporada pasada, la que debería haber sido la de su consagración en el primer equipo.
Y en la actual, la última de su contrato, aún no ha podido debutar. Casi tampoco entrenar. Es
Hicham Boussefiane, un futbolista que está padeciendo desde hace casi dos años un calvario por sus continuos problemas musculares.
Su último partido oficial data del 16 de diciembre de 2020, en una eliminatoria de Copa ante el
Coruxo. Un tiro lejano le provocó su enésima rotura de fibras. Además, se la produjo en la pierna de apoyo, no en la del disparo. Peor pronóstico aún. Era su segundo encuentro seguido después de haber superado varios meses de baja. No aguantó y, desde entonces,
ha visitado varios especialistas en busca del origen de sus males, pero sin suerte.
Sólo en verano pareció ver Hicham la luz. Fue entrando poco a poco en los entrenamientos y en los amistosos hasta que llegó a disputar una parte completa, ante el
Almería, y a buen nivel. Pero otra vez, pocos días después, volvió a notar molestias.
Su explosividad no ayuda en nada a su recuperación. Vuelta a empezar con otros tratamientos que habrá que ver si dan sus frutos.
De momento,
el lunes se incorporó de manera muy suave al entrenamiento grupal. Este jueves, en el regreso a la actividad para preparar el duelo frente al
Tenerife, se verá si es capaz de incrementar su carga de trabajo sin perjuicio para su musculatura.
Podría ser, en caso de recuperarse definitivamente,
un buen fichaje del Málaga para el mercado invernal, un extremo veloz de los habituados a jugar en su banda natural, encarar al contrario y llegar a línea de fondo. Hicham está, además, en la encrucijada de saber que debe mostrar su nivel si quiere no ya sólo renovar sino continuar en el fútbol de élite. Más presión para el internacional marroquí sub23.