Futbolista y accionista, un difícil binomio que en el que caso de Joaquín está funcionando a la perfección y que habría que ampliar a un tercer elemento: su condición de bético. Se puede decir que el portuense es parte del club en el campo,
forma parte de la clase dirigente y vive su Betis como un aficionado más. Son tan fuertes los lazos que unen a la persona, al jugador y al club, que cobra sentido la explosión de emociones que muestra Joaquín en sus estelares apariciones públicas posteriores a los triunfos.
Con 38 años,
39 veranos sumará el próximo 21 de julio, tal vez ni el propio Joaquín Sánchez imaginaba que iba a saborear
tan tardía y merecida gloria, que va mucho más allá de la multitud de elogios recibidos por el histórico hat-trick ante el Athletic de Bilbao. Joaquín es un líder natural que sigue acumulando méritos para estar considerado como
uno de los mejores futbolistas en la historia del Real Betis Balompié.
Está en su décima temporada vistiendo la camiseta del club de las trece barras y va camino de batir todos los récords superando a mitos como
Gordillo, Cardeñosa, Rogelio, Esnaola o Luis del Sol, porque se ya se ha ganado el derecho a renovar un contrato en el que él mismo firmará la fecha de caducidad.
Capitán con galones, la voz cantante dentro y fuera del vestuario, y ejemplo para canteranos.
El talento innato y poderoso físico le están dando para estirar una carrera ya longeva. Con tan extraordinarias condiciones, debería tener más títulos en sus vitrinas, adornadas con sólo dos Copas del Rey: una con el Betis, la del 2005, y otra con el Valencia en el 2008.
Hoy que Joaquín vuelve a protagonizar noticias a nivel nacional -gran repercusión para la imagen del Betis-, muchos rememoran los porqués a tan escaso palmarés y se apunta a que su carácter extrovertido lo consideró -injustamente- un factor de riesgo el Madrid. Acabó marchándose del Betis con destino al Valencia, seguramente una decisión equivocada vista con el paso del tiempo.
Dejó, eso sí, 25 millones de euros de aquella época -2006- en las arcas del club.
Con la selección, acabó saliendo de la rueda antes de los éxitos de muchos de los futbolistas de su generación.
Le marcó, también en exceso, el Mundial de Corea y Japón 2002 y el penalti fallado con el que España acabó eliminada ante el anfitrión, Corea del Sur, en el descarado robo en el que participaron el colegiado egipcio Al-Gandhour y sus asistentes. Joaquín fue de los mejores en ese encuentro, dio una asistencia de gol a Morientes, pero los árbitros consideraron que el balón había salido por la línea de fondo cuando las imágenes demostraron que no.
Participó también en la Eurocopa de Portugal 2004, con la España de
Iñaki Sáez eliminada en la fase de grupos. Con la llega de
Luis Aragonés, le perjudicó su relación de "amor-odio" con el seleccionador, como el mismo la calificó. Después del Mundial de Alemania 2006, en el que también formó parte de la selección -eliminada por la Francia de Zidane en en octavos-, Joaquín llegó a manifestar que la selección era "un caos y un despelote, ni Luis sabe por dónde tirar". Ya no jugó en la Eurocopa de Austria y Suiza 2008 en la que España gana, 44 años después, su segundo campeonato continental.
Tras pasar por Málaga y Fiorentina, en su retorno al Betis desde el 2015
no ha dejado lugar a las dudas. Mantiene el duende, la clase y la ilusión intactas para seguir aportando al equipo. Su rendimiento es el mejor aval para mantenerse como titular y ser, casi siempre, uno de los más destacados del equipo. Su fortaleza física, rara vez se lesiona, también le hace determinante.
El valor de Joaquín difícilmente se pude medir con números. Liderazgo y espíritu alegre para el vestuario; ídolo para una grada entregada a su figura; y goles, asistencias y buen fútbol para el equipo. Va a ser difícil que alguien le empate tan exitoso partido.