No voy a citar el último ejemplo, porque se trataba de una política, no un político como en otras ocasiones, la que se preguntaba cómo podía dársela tanta importancia a un deporte que no era más que once tipos dándole patadas a un balón, y no tengo ganas de que me acusen de machista. Para el caso da exactamente igual, porque incluso a los que no amamos la tauromaquia u otras costumbres populares se nos obliga a respetarla, a protegerla y a dignificarla, pero el fútbol, que supone un buen pellizco del PIB de este país y genera más expectación que cualquier otro espectáculo de masas, es carne de censura, de mofa o de descrédito. Definitivamente, tiene que ser algo más que golpear una pelota, porque levanta pasiones exacerbadas y adhesiones más fuertes que muchos matrimonios.
Por ejemplo, recién llegados a tierras argentinas, el Real Betis compartía en la noche de este sábado dos vídeos que seguramente desgranará a lo largo de su amplia programación televisiva. En uno de ellos, el más corto, se podía ver la reacción de un aficionado que esperó pacientemente que la expedición verdiblanca, tras muchísimas horas de vuelo, aterrizara en uno de los dos aeropuertos internacionales de Mendoza para ver de cerca a sus ídolos. Ataviado con el chándal del equipo heliopolitano y procedente de Buenos Aires, a más de 1.000 kilómetros de distancia, el hincha en cuestión reconocía entre lágrimas, visiblemente emocionado, que ha tardado treinta años en cumplir su sueño de ver a su equipo en Argentina.
El segundo de los documentos demuestra que el Betis es una familia, en las buenas y en las malas, como titulan los compañeros que trabajan en los medios oficiales de la entidad hispalense. En los últimos días, las redes sociales han ayudado a difundir momentos emocionantes en los que los futbolistas que van al Mundial, como el sevillista Alex Telles o los valencianistas Hugo Guillamón y Gayà, eran felicitados por sus familiares y compañeros, viviendo la ilusión y estallando de júbilo, pero, en esta ocasión, se vivió la resignación contenida de Borja Iglesias, que esperaba estar entre los 26 elegidos y que ya ha sido avisado, como adelantó ESTADIO Deportivo, de que deberá estar en cuarentena hasta el 22-N por si Morata u otro delantero sufriera un percance en los próximos días. "Estoy nervioso", confesaba al principio en un sofá junto a Joaquín el 'Panda', que fue perdiendo la esperanza conforme Luis Enrique leía el nombre de los convocados y, sin perder jamás la sonrisa, era consolado por todos sus compañeros de camino al Aeropuerto de San Pablo. Esto también es fútbol.