Como se encarga de transmitírselo a su hijo, “futbolista no es sólo el que juega en Primera división, sino el que se viste de corto todos los domingos”. Son palabras de Manu Fidalgo, avalado por una trayectoria de doce años, principalmente, en Segunda B y Tercera, categorías en las que suma más de 300 encuentros.
El cerreño, aunque afincado en Montequinto, ha decidido colgar las botas esta temporada después de una dilatada carrera en la que puede presumir de ser siempre uno de los jugadores más cotizados en el fútbol sevillano. Mediocentro, pasó por la cantera del Betis (Liga Nacional Juvenil y por el extinto Betis C), antes de iniciar una trayectoria que le ha deparado muchas alegrías, pisando, incluso, el Santiago Bernábeu.
Ahora, a sus
34 años, y pese a que deja claro que “físicamente está bien”, da el salto a los banquillos. Dirigirá a
Los Caminantes en el nuevo proyecto sénior del club quinteño, que comenzará a competir a partir de la próxima temporada. “Sinceramente, he dejado de jugar porque me sentía ya más entrenador que jugador. Por mi posición, veía en el campo cosas, pero lógicamente, no me metía en las decisiones de mis técnicos. Llevo dos años viéndolo de otra manera; voy a disfrutar ahora más en el banquillo”.
Manu Fidalgo se muestra más que satisfecho de su trayectoria como futbolista durante más de una década: “En los diez o doce años que he jugado en este fútbol semiprofesional, por suerte, nunca me han faltado equipos y no he tenido nunca representante. Me considero un pequeño privilegiado”.
Acumula ascensos con el San Roque Balompié, Coria, el extinto Morón CF, Jerez Industrial y Betis C, pero hay un momento en su carrera que Manu Fidalgo guarda con especial cariño: “He podido jugar en grandes campos, como el del Granada o Almería, pero de los mejores recuerdos que me llevo fueron las dos semanas que vivimos en el Écija cuando disputamos la Copa del Rey contra el Real Madrid (2006/2007). Ese año jugué poco, pero me llevo aquella experiencia. Además, por supuesto, las liguillas que he disputado. Repito que me siento un privilegiado”.
Ahora, después de formarse como entrenador en los últimos ocho años dirigiendo distintos conjuntos de fútbol base, de benjamines a cadetes (la pasada campaña dirigió al equipo de su hijo, también llamado Manu, en el Montequinto), da el salto a los banquillos con el sueño de emular sus éxitos como futbolista.