La siempre fiel afición del Sánchez Pizjuán le recordará, seguramente, de nuevo a sus dirigentes que el Sevilla no se vende. Hasta que la sombra de ese temor quede extirpada con algún tipo de gesto o certidumbre desde la presidencia, ése será el mantra que en cada partido se gritará en el coliseo nervionense.
Es un nuevo examen para una directiva muy tocada tras una Junta de Accionistas en la que no convencieron al sevillismo o, más bien, en la que le 'convencieron' de que la venta del club está más cerca que lejos. Esa división, que no afectó al equipo el pasado jueves en su final europea, tampoco debería hacerlo ante un rival que aspira a jugar en ese torneo continental el próximo año, pero que afea un ambiente que siempre es de fiesta en el Sánchez-Pizjuán.
El Sevilla necesita 'paz' y ésa sólo puede llegar desde arriba.