Victoria tan justa como cortísima del Sevilla en la ida de octavos de final de la Champions. Por eso, la sensación que queda irremediablemente en blanquirrojo es agridulce. Y no porque no se confíe en hacer buena o, incluso, ampliar la renta en tierras británicas, sino porque el Leicester estuvo una hora contra las cuerdas, atrincherado y con los dedos cruzados en pos de un milagro.
Los de Ranieri, que están sufriendo lo indecible esta temporada en una Premier League de la que son los vigentes campeones, propusieron poquísimo en el Sánchez Pizjuán, quién sabe si fiándolo todo a la vuelta para prolongar su sueño, el único al que aferrarse ya. Pero, por muy superior que sea un equipo a otro en juego, posesión y ocasiones -los azulinos hicieron pleno-, la Champions es la Champions. Cualquier error se paga carísimo. Los de Sampaoli pudieron y debieron 'matar' el partido y el cruce. Pero, como dice Jovetic, mejor así: ahora, las orejas seguirán 'tiesas'.