El Sevilla ha hablado en Anoeta. Alto y claro. Con la autoridad propia de un proyecto con las miras muy elevadas y que se cura las heridas con un convencimiento de sus posibilidades que desafía los límites. Ayer, en un fortín que sólo había cedido ante el Real Madrid, el equipo de Sampaoli dejó atrás las pésimas sensaciones del Santiago Bernabéu en Copa y recordó que no renuncia absolutamente a nada en la competición liguera. De hecho, el Sevilla reafirmó su estatus en las alturas de la tabla y puso un escalón de por medio con una Real Sociedad que venía apretando hasta el punto de erigirse en rival directo por la Champions. Era un partido trascendental. Casi un punto de inflexión al tratarse de una medición de fuerza en la que los nervionenses enseñaron los dientes y explotaron su armas para frenar el desafío donostiarra y avisar, una vez más, de sus firmes intenciones. No en vano, se despierta segundo a la espera del resultado del Barça ante el Villarreal, partido que lo mantendría en el peldaño de plata o le permitiría aumentar a cinco puntos su renta sobre el cuarto, reflejo de la dimensión alcanzada por este ilusionante Sevilla.
Estadio Deportivo2 min lectura