Lo decía el presidente bético,
Ángel Haro, y también
Aitor Ruibal hace poco, exagerando obviamente, que con las peticiones que tenían de entradas podían llenar el estadio de
La Cartuja. La locura desatada con la final de La Cartuja y las limitadas entradas que hay para dos aficiones de este nivel hace que muchos aficionados no vayan a poder ir al esperado encuentro.
El
Real Betis puso más entradas que su rival a la venta y se quedó con unas 3.000 para compromisos personales de dirigrentes y del club, y también para los patroconadores. "Las 3.125 entradas se reservarán para los jugadores y el staff deportivo del club, los patrocinadores según consta en sus contratos, empleados y protocolo de la entidad", desvelaba el Betis tras hacer público el reparto.
Por lo pronto, con las más de 17.000 entradas que puso a la venta no logró ni ocupar el 40% de los socios con los que cuenta. Pero es que con
esas 3.000 se les han quedado muy cortas, incluso, para que algunos de los principales protagonistas puedan llevar a familiares y personas cercanas.
"Me gustaría tener muchas más entradas. Ahí estamos rascando porque, con las que tengo, no tengo ni para pipas. Ojalá pudiéramos conseguir todas las que queremos. De manera oficial tengo cinco entradas y el resto tengo que pagarlas", hacía público Aitor Ruibal.
Tras conocer esto, especialmente preocupante en el caso del Valencia, cuyo reparto entre los jugadores era inferior al del Betis, la RFEF ha decidido contribuir y
liberar 400 de las entradas que les correspondían para darle
200 a cada uno de los equipos, en este caso, para que jugadores y miembros del 'staff' técnico, incluidos fisios, utilleros y recuperadores, puedan cumplir mejor con sus compromisos. La Federación Española ha ido incluso más allá y tanto Manuel Pellegrini como José Bordalás contarán con entradas extra.
En el reparto de entradas,
cada jugador del Real Betis disponía de cinco para poder repartir entre familiares y amigos. Una cifra que bajaba a cuatro en el caso del plantel del Valencia, que fue el primero que dejó claro el aprieto en el que se encontraban.
En Valencia, el enfado no sólo corresponde al plantel sino que el cabreo es global. Sobre todo, después de que algo menos de un millar de aficionados que cumplían con los criterios establecidos de antigüedad y asistencia no vayan a poder pillar sitio para La Cartuja. Sólo quedan nueve días para la final, pero aún oiremos hablar más de las entradas.