El
Betis ultima su segundo plan de contingencia en apenas un año para atajar los efectos económicos que el
coronavirus ha generado en sus cuentas, diezmadas por la ausencia de
ingresos extraordinarios y ordinarios. La falta de
público en los estadios, que, en el mejor de los casos, no terminará hasta finales del presente curso, ha disminuido considerablemente las
ganancias de los clubes en apartados fundamentales como el '
ticketing' o los
abonos, al tiempo que la crisis en el mercado propició la
depreciación de los activos de muchas plantillas, por lo que en Heliópolis optaron por aguantar sin
malvender.
Todo lo anterior motivó un
reajuste presupuestario (de los 200 millones de euros previstos a menos de la mitad) que debe venir acompañado por una rebaja del
tope salarial, que contaba con el retorno de los aficionados a las gradas a principios de 2021, si no quiere que
LaLiga lo toque por su cuenta para la
21/22. En este sentido, urge enjugar entre 15 y 18 millones de euros de desfase, razón por la que en enero se traspasó a
Sanabria al Torino por 7 kilos fijos y 3 en variables. No será suficiente con este movimiento, como tampoco con la
reasignación de los sueldos en el vestuario (se trabaja en renovaciones o ampliaciones de contrato para pagar más en años venideros y menos en éste). Así, se habla de una gran venta o varias medianas antes del 30-J.
Un listón contraproducente, pues el Betis prefiere esperar a la
Eurocopa con el fin de que algunos de sus activos (
William Carvalho, Fekir y, en menor medida de deseo,
Canales). En este sentido, trabaja en otras alternativas financieras para cuadrar sus números. Y, según ha podido saber ESTADIO, se ha retomado una iniciativa que lleva años aparcada por no haber ofertas relevantes. La crisis tampoco las ha multiplicado, si bien sigue habiendo empresas solventes decididas a invertir en lo que se conoce como '
naming rights', una modalidad a la que estudian acogerse
Real Madrid y Barcelona, que piden más de 30 millones de euros al año por ceder ese privilegio.
Se trata de la asociación de una marca a un activo, sobre todo los estadios de fútbol, una práctica muy extendida en el mundo. Por ejemplo, el
80% de los recintos de la
Bundesliga tiene un nombre publicitario (Allianz Arena, Signal Iduna Park, Mercedes Benz Arena...), mientras que en la
Premier es un
30% (Etihad Stadium, Emirates Stadium, King Powe Stadium...), por un
10% en la
Serie A (Allianz Stadium Torino, Mapei Stadium, Dacia Arena) y la
Ligue 1 (Orange Vélodrome, Groupama Stadium, Allianz Riviera...). En
España, apenas un
5% han recurrido a esta vía publicitaria, según el informe de la UEFA titulado 'Champions League Stadium Naming Rights Study'. Fuera de Europa, no hay tantos remilgos, como demuestra el renombre de los recintos en la
NFL (un 80%) y otras grandes Ligas de diferentes deportes allí mayoritarios.
Si la tasación para el
Santiago Bernabéu y el
Camp Nou está en torno a los 36,5 millones por temporada, habría que realizar una para el
Benito Villamarín, por el que se desecharon propuestas diez veces menores. La opción preferida es poner un 'apellido' publicitario, del tipo
Wanda Metropolitano o Abanca Balaídos, más que por el Reale Arena (antes, Anoeta). En nuestro país, el artículo 22 de la Ley General de Publicidad regula de forma muy somera este tipo de esponsorización, normalmente por cinco años o más, pero siempre existe cierto temor al rechazo de la afición por perder una seña de identidad como el nombre de su campo. Ya con el retorno del otrora presidente gallego a la rotulación, tras mucho tiempo denominándose
Estadio Manuel Ruiz de Lopera, se generaron muchos ríos de tinta. Pero las apreturas económicas obligan.