Lopera, esa impronta

Lopera, esa impronta
Esta noche se puso punto y final a la relación del Betis con Lopera. - Carlos del Barco
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El expresidente del Betis Manuel Ruiz de Lopera ha salido del escenario del club tras un cuarto de siglo en el que le ha dado su impronta y en el que, presente o ausente, cerca o lejos, activo o pasivo, ha estado siempre en el foco del beticismo y de los seguidores y detractores de un estilo indefinible.

Tras el acuerdo alcanzado por el Betis, Lopera, Luis Oliver y diversas asociaciones de accionistas, el peculiar empresario del barrio sevillano del Fontanal abandona el lugar preferencial, para lo bueno y lo no tan bueno, que ha tenido desde que en 1992 se hizo cargo del club hasta que en 2010 la jueza Mercedes Alaya embargó las acciones de su empresa Farusa.

Bajo la hojarasca del folclore y lo florido de su lenguaje único de disparates y hallazgos, el que hizo que existiera un diccionario 'Español-Lopera, Lopera-Español', siempre hubo un empresario rocoso, hecho a sí mismo y con un peculiar sentido del dinero que ha marcado la gestión del Betis y un anecdotario interminable, cierto o apócrifo.

Dueño de un estilo de arrabal y de terceras vías como la impagable de 'Llérida', Ruiz de Lopera pasó de la gloria a los infiernos desde que, en una arenga desde el balcón del Villamarín tras el ascenso de 1992 afirmó aquello de 'estábamos en la UVI' y que 'yo os entrego un Betis libre, limpio, en Primera, de ustedes, Viva el Betis'.

Desde ese momento, se hizo dueño absoluto del Betis y, de la mano del actual vicepresidente deportivo, Lorenzo Serra Ferrer, fue tercero en la Liga, ganó una Copa del Rey, fue subcampeón de otra y, sobre todo, le dio la impronta a una época del club y generó, a partes iguales, a incondicionales y detractores.

El paroxismo fue esa peña 'Lo que diga don Manuel' y, en paralelo, el crecimiento de detractores ante las sombras deportivas y económicas que desprendía su gestión personalista y su perfil a medio camino entre el histrionismo y lo que trascendía de su peculiar manera de llevar las riendas del equipo.

Con fama de duro negociador y de exasperar a sus interlocutores en interminables sesiones de resistencia, hizo gala también de un acentuado sentido teatral en anécdotas como la del hijo que quería ir con las cenizas de su padre muerto en un bote de 'melocotón en dulce' y, como no podía ser, se buscó la salida del 'envase de Puleva'.

O el vodevil en el que se arrogó la salvación del Betis o la famosa fiesta de 'Halloween' de Benjamín Zarandona en la que el mandatario se presentó por sorpresa y, ante la mayúscula de los asistentes, alguno acabó, como el brasileño Denilson de Oliveira, descolgándose por un balcón porque 'si me ve, no me paga'.

Mientras eso pasaba en los medios, las oficinas de Lopera eran de sobra conocidas por jugadores, entrenadores, representantes e intermediarios por su dureza e interminable anecdotario; por el teatro en el que llegó a ofrecer un discurso de Navidad a los béticos, por su perro Hugo, por su amor al azulejo y por su devoción inquebrantable al Señor del Gran Poder y la Virgen de Fátima de la que tiene "una copia auténtica".

La estrella del mandatario comenzó a declinar tras ganar la Copa del Rey en 2005, no hacer un equipo competitivo para la Liga de Campeones para la que se había clasificado ese año e ir dando tumbos hasta el descenso de 2009, lo que provocó que más de 60.000 béticos se manifestaran en Sevila al grito de 'Lopera vete ya'.

El ciclo de Lopera había tocado a su fin. El mandatario fue inhabilitado ocho años y su empresa familiar 'Farusa' por dos por el Juzgado Mercantil Nº1 por mala gestión en el concurso del club, causando así su insolvencia. El juicio por apropiación indebida en el que la Fiscalía le solicita tres años de prisión se está celebrando en al Audiencia de Sevilla.

Las partes de este proceso se retirarán a partir de ahora una vez que han formado el acuerdo, excepto la plataforma que lidera Hugo Galera, expresidente bético y rival encarnizado de Lopera.

Sin embargo, la inestabilidad institucional y deportiva del Real Betis y la incertidumbre de su horizonte accionarial hicieron que se abrieran negociaciones entre las partes para que las acciones del expresidente fueran adquiridas para, posteriormente, ser puestas a disposición de los socios y abonados verdiblancos.

Tras un trabajo minucioso de los abogados de todas las partes, este proceso ha llegado a su fin con un acuerdo en el que Ruiz de Lopera recibirá una cantidad de casi nueve millones de euros y Luis Oliver, dirigente de la empresa Bitton a la que Lopera había vendido sus acciones unos seis.

Veinticinco años más tarde de la escena del balcón, Ruiz de Lopera sí entrega, previo pago de su importe, 'un Betis libre, limpio, en Primera, de ustedes'.