La llegada a
Málaga de la borrasca atlántica mezclada con la calima proveniente del Sáhara provocó durante días una lluvia de barro que tiñó de marrón la ciudad. También
La Rosaleda, víctima de las precipitaciones. La capa de polvo acumulada en el cielo color sepia originó el desastre en el estadio de Martiricos cuando las nubes descargaron la aglomeración de agua y tierra. Durante la semana, en los días previos al partido,
operarios de limpieza fueron lavando los asientos con la finalidad de ofrecer la mayor calidad posible a los aficionados.
Cumplida la labor, fueron las últimas precipitaciones del viernes y madrugada del sábado las que causaron el barrizal en
La Rosaleda y que levantó -con razón- el
enfado y crispación entre los seguidores blanquiazules, que vieron como sus butacas estaban anegadas por el fangal. No tardaron en mostrar el descontento en redes sociales por la falta de calidad e higiene de las banquetas, algunas de ellas
repletas de barro hasta el punto que tuvieron que ver el partido de pie o desplazarse a otra fila.
La imagen (como la foto de portada) indicaba, a priori, una dejadez
impropia e inadmisible del club hacia
su hinchada. Pero la realidad no fue así, más bien todo lo contrario. La Entidad de Martiricos, encargada del mantenimiento y limpieza del estadio, llegó a multiplicar por cuatro el personal de limpieza para dejar a punto las gradas del estadio. Un total de
10 empleados se encargaron de ir quitando el barro de los asientos antes del partido, aunque sin éxito en algunos sectores.
Sin éxito por la dificultad y lentitud que empleaba limpiar cada uno de los asientos con efectividad. La vía rápida, estudiada también por los operarios, era utilizar la
hidrolimpiadora, pero su efecto posterior no era positivo. Los charcos de barro acumulados en el suelo y en las escaleras del estadio tras la limpieza del asiento podría ocasionar un tropiezo o resbalón peligroso para la
integridad del espectador.
Solución del Málaga para limpiar los asientos
La solución tras debate fue efectuar la limpieza de manera manual, es decir, quitar la suciedad de asiento en asiento. A pesar del esfuerzo de los operarios por
dejar impoluta La Rosaleda, fue imposible debido al método empleado en pos de la seguridad del aficionado. Incluso hasta la hora antes del encuentro, cuando ya los seguidores malaguistas entraban al templo blanquiazul, los empleados continuaban reduciendo el número de butacas afectadas por el
barrizal.
La verdad es que el estado de los asientos en general no era el más favorable para la comodidad del malaguista. Aunque en gran parte del estadio los 10 operarios sí que consiguieron limpiar las butacas, sectores como
'Gol' o parte de
'Preferencia Baja' tuvieron que lidiar con un barrizal que fue motivo de enfado y polémica entre la afición boquerona.