Ziganda ha construido su
Athletic sobre una base de indefinición que ha impedido la evolución propia de los equipos que inician una nueva etapa tras exhibir su mejor versión con otro entrenador.
Ernesto Valverde remarcó su huella en el banquillo de los 'leones' y el 'Cuco', lejos de aprovechar las virtudes de esta impronta para levantar su proyecto, ha tratado de imponer un modelo distinto en el que se han diluido las señas de identidad de un
Athletic que no muerde como históricamente pero que, sin embargo, sí recurre en demasía a la práctica con la que se identificaba a los de
San Mamés, el abuso del balón largo.
Propuesta que carece de sentido al disociar dos conceptos que van de la mano, porque si lo que se quiere es fútbol directo hay que inculcar ese espíritu y contar con futbolistas de este corte, lo que no se corresponde plenamente con la plantilla del
Athletic, con versatilidad y calidad técnica. Esta ausencia de coherencia provoca una completa dependencia de sus futbolistas más capacitados y de impulsos individuales que suplan las carencias colectivas, sobre todo con su potencial por banda o la capacidad rematadora de
Aduriz, que podría descansar hoy, o de
Raúl García, letal desde al segunda línea.
La indefinición también afecta sin balón, pues el
Athletic se rompe con cierta facilidad a sus espaldas y en ocasiones carece de la contundencia que se le presupone. No obstante, a pesar de su irregularidad, cuenta con talento suficiente para dar un susto.