La segunda ausencia consecutiva de Claudio Bravo de una convocatoria de la selección chilena está generando un tenso debate en el país andino. El capitán de la 'Roja', con 144 internacionalidades a su espalda, sigue pagando lo que a ojos del nuevo entrenador, Eduardo Berizzo, fue una 'espantá' en toda regla. No contribuyó al buen rollo que el meta de Viluco censurara la elección de rivales para los amistosos del mes de junio (Cuba, República Dominicana y Bolivia), lo que terminó de sentenciar al veterano deportista. Se tendieron algunos puentes, pero el otrora técnico del Sevilla FC ha vuelto a dejar claro quién manda en el combinado suramericano, soltando 'perlas' en la rueda de prensa en respuesta a una entrevista concedida por el arquero del Real Betis desvelando que fue él el que llamó al míster para tratar de aclarar el malentendido: "Fui yo el que comuniqué. Pregunté si iba a ser o no convocado y la respuesta del otro lado fue que no podían darme esa respuesta. Entonces, opto por mi viaje familiar".
De un lado, Bravo entiende que su estatus en casa merece más respeto, aunque no quiso ahondar en la polémica: "Los deseos de ayudar siempre han estado. Si sintiera que no hago las cosas bien o que no fuera un aporte, lógicamente lo diría. No quiero pensar más allá porque es escarbar más cosas y no me gusta. Sí me sorprende la sensación de malestar que puedan tener hacia mi persona. Me sorprende el trato. Fuera de eso, está la presencia de él, que es quien puede decidir; eso es innegable. Nunca me he metido ni jamás he presionado. Siempre he sido claro con que el rendimiento te lleva a ser convocado. Si no rindes, poco puedes hacer". En este sentido, el ex de Manchester City y FC Barcelona deja claro que no pidió quedarse fuera en junio para descansar, como se dijo desde el portavoz autorizado de la Federación, el seleccionador.
Por su parte, Berizzo ha vuelto a despacharse a gusto en vísperas de la eliminatoria de este jueves ante Perú, reabriendo tímidamente la puerta de Chile al portero, aunque dando un golpe de autoridad en la mesa. El argentino dio a entender que su relación personal es mala, pero que estaría dispuesto a olvidarse en beneficio del colectivo, si bien aclaró a un periodista que le producía "desagrado" hablar del tema: "Lo de las cartas de reserva es un proceso casi administrativo y automático. De cara al futuro no lo sé; mis decisiones pasan por lo que administro previo a las fechas FIFA, sin enemistad con nadie. No mezclo. Nunca pienso en mí. Nadie está encima del equipo". Además, recordó cómo nació esa enemistad: "Ellos conversan con su entrenador, Roberto Bonano. Es como hablar conmigo, al ser de mi cuerpo técnico. No llamamos previamente a los jugadores. Claudio llamó y manifestó que no quería venir. Yo hablo con los futbolistas cuando llegan aquí. No tengo comunicaciones previas, salvo técnicas. No converso con ellos preguntando si quieren venir (se sobrentiende). Luego elijo a quien creo. No hablo con ninguno sobre si están disponibles. Él seguirá siendo reservado".