A Luis Ezequiel Ávila (30) casi nadie le conoce por su nombre de pila. Desde muy pequeño, todos le llaman 'Chimy', un diminutivo de chimichurri, una salsa más bien picante a base de perejil, orégano, ajo, vinagre, aceite, ají molido y sal con la que se condimentan, sobre todo, los asados, una de las comidas típicas de su Argentina natal. Ahora, el delantero, que conserva el apodo para recordar su ajetreada infancia y juventud, reflejada también en su piel con un sinfín de tatuajes, podría decir que el apelativo hace alusión a su intensa forma de jugar, aunque, en realidad, se refiere a sus malas elecciones de finales del siglo XX, por otra parte habituales donde creció. Natural de Empalme Graneros, un populoso y humilde barrio de Rosario, el futbolista, que dejó de serlo cuando cumplió la mayoría de edad para casarse y regresar luego con éxito, probó en la albañilería, pero también estuvo inmerso en la delincuencia.
El 'Chimy' compaginó su mote con el de 'Comandante', que rivalizaba en España con el ahora villarrealense y entonces levantinista José Luis Morales, quien celebraba igual sus tantos: llevándose la mano derecha extendida a la sien, emulando el saludo marcial. Esa fue, sobre todo durante su etapa en la SD Huesca (17 goles y cuatro asistencias en dos temporadas, la 17/18 y la 18/19), aunque ya en el CA Osasuna, donde ha militado con éxito los últimos cuatro años y medio (29+10), fue variando su festejo, quizás marcado por las dos graves lesiones del cruzado que sufrió, una en cada pierna, entre 2020 y 2021. El atacante suramericano dedicó sus últimos tantos como rojillo a su mujer, Mary, así como a sus hijas, Eluney y Shoemy. Al último, Lorenzo, que no tiene ni un mes, todavía no ha tenido tiempo. O sí, porque se estrenaba con el Real Betis el pasado domingo contra el Athletic Club, pero, entonces, el '9' verdiblanco tenía una deuda pendiente.
Y es que unos días antes, Ávila había prometido al tiktoker Paul Ferrer que su siguiente tanto iba a celebrarlo como el alter ego del creador de contenido madrileño, Paulinho, un supuesto futbolista brasileño que se recorre España en busca de consejos de jugadores actuales o retirados para triunfar en la elite. En concreto, el 'Chimy' tenía que cruzarse las manos, tras tocar en el hombro contrario, para luego abrir los brazos y realizar un gesto que se conoce como señal del shaka o del chill, también conocida como 'hang loose', típico de saludo que se asocia con Hawái y con la cultura del surf. Ni corto ni perezoso, para deleite del 'vloguero' de 27 años y sus amigos, el punta rosarino recibió un gran pase en profundidad de Willian José y, partiendo como extremo izquierdo, superó en velocidad a Dani Vivian para batir por bajo de zurda a Unai Simón. Se acordó de su compromiso y, tras lanzarse al césped mojado para deslizarse de rodillas, lo cumplió.