Aunque no pasa por su mejor momento en el Betis, con un rol secundario en los planes de Pellegrini que le ha llevado a estar en las quinielas de cara a una posible salida en enero, el 'Chimy' Ávila sigue siendo una fuente de inspiración para muchos jóvenes de su país que, como él, proceden de barrios humildes, donde la delincuencia forma parte del día a día y el fútbol es una vía de escapa para intentar escapar de la cruda realidad de la pobreza.
En su caso, el atacante verdiblanco fue acusado en su día de robo con tentativa de homicidio, demostrándose luego su inocencia, si bien se vio obligado a aparcar su carrera deportiva con sólo 18 años e incluso trabajó como albañil, logrando luego abrirse paso en la elite a base de esfuerzo y trabajo. Una historia de superación que ha tomado como ejemplo una de las últimas perlas del fútbol argentino: Agustín Juárez.
A sus 19 años, y después de brillar en la cantera de Newell's Old Boys, el bonaerense ha debutado este mes de octubre en la máxima categoría, gozando de 15 minutos en el choque ante Lanús previo al parón internacional. Pero detrás de ese momento hay mucho otros muy duros, como él mismo se ha encargado de explicar. "Jugaba en Defensa Argentina, un club de barrio. Vivía con mi mamá y mis dos hermanos. Me quedaba muy lejos ir a los entrenamientos, por eso faltaba mucho. Por cuestiones familiares, a los 12 años tuve que dejar el fútbol. Necesitábamos plata en casa y salía a vender medias, cortaba el pasto en los barrios y le barría la acera a la gente mayor para que me den de comer. A la tarde iba a las panaderías y restaurantes para pedir mercadería y llevar a mi casa", recordó sobre su infancia.
A ello se sumaron dos trágicos episodios. Primero, la muerte de su madre por un virus, que le llevó incluso a robar, como ha reconocido. De ello logró salir tras irse a vivir con su padre, logrando en su segundo intento entrar en la cantera del club de Rosario, el mismo en el que se formó Messi, trabajando su físico para que le aceptaran mientras se dedicaba también a la albañilería. Pero después volvió a caer en una depresión por el fallecimiento del hermano que la había criado, que fue asesinado mientras robaba.
En ese momento fue clave el papel del hoy jugador del Betis, que le aconsejó para que no tirase la toalla. "Mis representantes Talo y Lelo (Carlos Bilicich y Jorge Bilicich) fueron fundamentales, porque me dieron todas las herramientas para que yo pueda seguir y no deje el fútbol. También Gastón Ávila y 'Chimy' Ávila, quienes, junto a ellos, armaron una familia alrededor mío y me contuvieron en todo momento. Me pusieron un psicólogo fuera de lo futbolístico y me sostuvieron", ha explicado ahora Juárez, eternamente agradecido a ese apoyo de un futbolista que ha sido un espejo para él.