El
Valladolid, como dicen los informáticos, ha entrado en bucle, pasa por el mismo "paisaje" de forma recurrente y, de hecho, está clonando los números de la pasada campaña con crisis abiertas en las mismas fechas tras el 6-2 de ayer en Sevilla, que recuerda al 4-1 de Miranda de Ebro hace un año.
Lo de este domingo, una goleada "estruendosa" ante un filial en Segunda, no tiene precedentes y hoy se debate la continuidad del entrenador,
Paco Herrera, aunque la última vez que sucedió algo similar, un 6-1 en Cádiz durante la temporada 2004/05 con el serbio
Mirosavljevic de estrella, no le costó el puesto al entonces técnico,
Marcos Alonso.
En las últimas horas, algunos jugadores han pedido perdón en las redes sociales por la debacle de Sevilla que ha provocado un cataclismo, al punto de que la continuidad de
Herrera, a quien se quería renovar hace solo un par de meses, no parece asegurada.
Y eso que esta temporada, las cosas intentaron hacerse de otro modo. Se habló de un proyecto a largo plazo, hasta con el entrenador, y se decidió depurar a casi toda la plantilla en verano.
La mayoría de los jugadores que vinieron fue con contratos más largos y el director deportivo,
Braulio Vázquez, intentó cambiar la hoja de ruta, pero esta semana el bucle vuelve a aparecer. Otra vez.
El club pasa de forma cíclica por la misma senda, "los árboles" siempre son los mismos y los problemas o las sensaciones ya colman la paciencia de una afición acostumbrada a mejores "carreteras".
De hecho, se da la triste paradoja de que tal día como ayer, hace veinte años, salía goleado de Zorrilla un
FC Barcelona plagado de estrellas. Era aquel Europucela comandado por el chileno Vicente Cantatore. Otros tiempos.
Tampoco hace falta remontarse tanto porque hace solo tres años el
Real Valladolid empataba con el
Real Madrid (1-1) en Zorrilla y lo eliminaba del título y, poco antes, también había ganado al Barça (1-0) con un gol del italiano Fausto Rossi.
Ahora, el equipo incluso se ha descolgado de los puestos de promoción de ascenso y eso preocupa porque el año pasado, al quedarse sin objetivos, la plantilla bajó los brazos y corrió peligro de descenso a Segunda División B.
Esa situación comprometía, y compromete, la longevidad o supervivencia de un club con casi 89 años de vida y que ha de afrontar un inexcusable calendario de pagos tras haber salido recientemente de un concurso de acreedores.
Otro tema es el de la afición que, lógicamente, está sufriendo toda esta secuencia de adversidades. Es evidente que los jugadores y los entrenadores cambian, van y vienen, pero los seguidores son siempre los mismos.
Actualmente, al estadio Zorrilla acuden cada fin de semana en torno a 7.000 ó 8.000 espectadores. No hace mucho, el recinto se llenó "a reventar" para un partido de rugby entre los dos equipos de la ciudad (26.000 personas).
Para colmo, futbolistas que no rindieron, se van y lo hacen en otros equipos y el único "brote verde" es que en este momento hay varios jugadores de la cantera que llaman a la puerta del primer equipo. Y esta vez la afición tendría paciencia. No quiere fichajes, sólo compromiso.
Precisamente, el presidente del club,
Carlos Suárez, aseguró recientemente en una entrevista con Efe que era el momento de la paciencia y que el club buscaba un ascenso con una permanencia "perdurable" porque, a su juicio, aunque se tarde más "hay que subir con un proyecto definido y sin dar bandazos".
"De alguna manera, nos hemos replanteado la forma de hacer las cosas, es absurdo seguir por el mismo camino si ves que las cosas no salen", recalcó en aquel momento, pero el 6-2 de ayer ha provocado una conmoción y, ahora, nada garantiza la continuidad del técnico. El
Valladolid y su bucle.