El
gol fantasma del Barcelona -tengan por seguro que si hubiera sido de Osasuna, por decir uno, no importaría- reabre en España un debate que ligas como la Premier, que siempre parece ir un paso por delante, han pasado a mejor vida. El del uso de la tecnología. Con los medios que hay actualmente situaciones como la del
Villamarín son fáciles y rápidas de resolver. Y justas. El balón entra o no entra, no hay más interpretación.
Pero en el reglamento del fútbol hay muchos apartados que están sujetos a la intervención del colegiado.
Este domingo vimos en Cornellà-El Prat un ejemplo. Primero
Vicandi estima que hay un contacto suficiente para señalar penalti y después que la ocasión es manifiesta de gol. Tengo muchas dudas de lo primero y estoy convencido de que en lo segundo se equivocó el colegiado. Y aun así entiendo que hay quien piense lo contrario y que videoarbitrar este tipo de jugadas seguirá siendo tan polémico o más que dejar que sea el árbitro el que decida. Articular eso y permitir que el fútbol siga siendo un deporte dinámico es algo que, como quedó patente en el último mundialito, la
FIFA sigue sin tener muy claro.
Más que la
tecnología, en muchas ocasiones se echa en falta que sean los propios árbitros los que puedan argumentar qué y por qué pitan lo que pitan. Aunque ahí sí que el mundo del fútbol se muestra muy inmovilista.