La historia de
Juan Miranda no es una más. El de Olivares es aficionado al
Real Betis desde la cuna e incluso desde antes de nacer y comenzar a formar parte de familia de marcado sentimiento verdiblanco. Era el chaval más feliz de todos los que acudían cada tarde a entrenarse a la Ciudad Deportiva Luis del Sol, se sentía un privilegiado por defender el escudo de las trece barras y ni siquiera durante sus aventuras en el Barcelona y el Schalke 04 dejó de ver un solo partido del equipo de sus amores, al que regresó como cedido en el verano de 2020 y en el que,
después de ser titular casi toda la temporada, debutar con un golazo en la selección absoluta, colgarse una plata olímpica y ganarse su fichaje, todo parecía torcerse este curso.
Había
cumplido su sueño de jugar y marcar en LaLiga y en Europa con el Betis, pero este curso se lo ha pasado casi entero
entre el ostracismo y un discreto segundo plano. Las
lesiones -el tobillo le ha dado un auténtico martirio este curso- y el altísimo nivel de
Álex Moreno le han cerrado el paso hacia las alineaciones de Manuel Pellegrini.
Sólo era parte de la trama, de la historia. El destino le tenía reservado un apartado especial y por eso
no es necesario ser bético para emocionarse con ese penalti decisivo que le daría la tercera Copa del Rey a la entidad. Donde otros corren como locos, se quitan la camiseta, gritan y sueltan la euforia como buenamente pueden, Miranda sólo pudo dar unos pasos antes de caer abatido por la emoción y llorar, llorar mucho y de mucha alegría. Eran
las lágrimas que representaban a todo el beticismo.
Después de formarse como canterano en el club al que su familia enseñó a amar y de pasar a la historia como uno de los
héroes de la Copa de 2022, el cuarto título de la historia del Betis, el lateral izquierdo sevillano ha acudido en la tarde de este miércoles a un examen en el
Curso de Técnico Deportivo que imparte el Centro de Formación RFAF, CEDIFA, y ha
revelado cuál es su próximo reto en Heliópolis: "En un futuro
me veo entrenando en el Betis. Me gustaría. Claro que me gustaría vivir en un banquillo lo vivido por Pellegrini el sábado. Me gustaría ser entrenador en un futuro. Soy joven y me queda mucho por aprender".
"No tengo un modelo de entrenador. Siendo jugador se aprende bastante.
Seré un entrenador tranquilo. Guardiola o Simeone, según se necesite un estilo un otro", añadió Miranda justo a la salida de la prueba sobre reglas del juego, correspondiente al nivel I de entrenador.
"Sigo siendo el mismo, sigo tomando café por mi pueblo o haciendo exámenes, no ha cambiado mi vida. La gente me felicita, pero sigo haciendo lo mismo, yendo por mi pueblo con mis amigos, viniendo a clase y con mis amigos de toda la vida viendo el fútbol en el bar de siempre", manifestaba el jugador del Betis sobre su condición de héroe, antes de volver a
compartir con su familia -la de sangre y la otra- todo lo vivido el pasado fin de semana.
"Te acuerdas de todo el beticismo, tu familia, tus amigos... Cuando entró el balón me quede sin fuerzas por la presión del partido y la adrenalina, menos mal que salió bien. Es un sueño para mí, esperemos que quedan muchas temporadas más, yo sigo aprendiendo y ojalá en próximos años sea más de lo mismo. Teníamos jugadores para soñar con un título.
La afición se lo merecía, el grupo era capaz y, por suerte, salió", rememoró, justo antes de concluir cambiando el chip, acabando con los festejos y centrándose en el partido del lunes contra el Getafe
"con un nuevo objetivo, la Champions", ya con la Europa League asegurada por su condición de campeón de Copa.