El ‘efecto Caparrós’ sirvió para reanimar a un
Sevilla que veía cómo la temporada podía acabar en tragedia. Sus cinco primeros partidos arrojaron un saldo de
12 puntos de 15 posibles, volviendo a ganar fuera de casa, y por partida doble, tras muchos meses, e imponiéndose en el derbi para felicidad de su hinchada.
Pero ahí se paró en seco la reacción. A
Getafe, los pupilos del utrerano viajaron dependiendo de sí mismos para retener la cuarta plaza. Pero, desde entonces:
un triunfo en cinco encuentros. Y lo que es más preocupante, dejando una imagen de equipo fundido al que todos sus rivales han ganado en motivación. Una incomprensible, e injustificable, bajada de brazos cuando el equipo se jugaba la vida en el decisivo tramo final.
En el Coliseum,
dos manos infantiles del Mudo y Escudero cercenaron cualquier opción de victoria; en
Girona, otra pobre imagen ante un rival que venía de sumar seis derrotas seguidas y luego ha enlazado otras dos; con el
Leganés, sonrojante goleada en casa ante un conjunto que no se jugaba prácticamente nada; y, en el
Wanda, otra primera mitad tirada a la basura.
Tras el partido, todos los jugadores reconocían que el equipo salió sin fe. Y
Monchi ha tomado buena nota, mostrándose especialmente crítico con esta irresponsabilidad. “No hemos hecho los deberes en los últimos partidos. En el primer tiempo, adolecimos de los mismos errores; mejoramos en el segundo y nos faltó un poco para ganar. Los errores ya los vimos en el partido del
Girona y del
Leganés. Nos ha faltado competir, intensidad, disputar los balones...”, reconocía el de
San Fernando al comentar el partido ante el
Atlético en Movistar+, donde admitió las pocas esperanzas de alcanzar la
Champions: “No hay muchas opciones, pero vamos a pensar en nosotros mismos; si no ganamos, no sirve de nada”.