Cualquier factor, unido evidentemente a otros muchos, puede decantar un partido de la trascendencia del de anoche o ayudar a ello. Es obvio que la calidad siempre es determinante, aunque no habría que desdeñar el hecho de que Luis Enrique casi pudo repetir la alineación que saltó ante la Juventus el pasado 5 de junio para convertirse en campeona de la Champions, con las únicas ausencias del lesionado Jordi Alba y el enfermo de paperas Neymar. Y es que, contingencias normales aparte, una entidad como la culé no está obligada a desprenderse de ningún efectivo importante, mientras que el
Sevilla ha visto cómo, en lo que va de verano, su rival de este martes abonó la cláusula de rescisión de Aleix Vidal, al tiempo que el Milan hacía lo propio con la de Carlos Bacca. Dos bajas de peso en el once que compareció ante el Dnipro en la final de la
Europa League. No fueron las únicas, tampoco del capítulo de forzosas. Así, M´Bia terminó contrato el 30 de junio y se decantó por la jugosa propuesta del Trabzonspor turco, al que, por otras razones, estará doblemente agradecido el africano.
Más ´mundanos´ fueron los relevos de Carriço y Kolodziejczak, lesionado y renqueante de una intoxicación alimenticia, respectivamente. Por este último, jugó Rami, si bien el estado físico del otrora valencianista distó mucho del cien por cien. La sexta ausencia sevillista en la Supercopa de Europa es la única que podría achacarse a
Emery, que se decantó por la veteranía de Beto en detrimento de Sergio Rico bajo los palos nervionenses.
En definitiva, más de medio once nuevo apenas setenta y cinco minutos después de apuntarse el anterior título. O lo que es lo mismo: en los dos meses y medio que pasaron desde el último partido oficial de la temporada 2014/2015 al primero de la 2015/2016, sólo cinco supervivientes en la alineación inicial de un
Sevilla en lógica transición, especialmente en lo que a acoplamiento se refiere.