Su concurso ha sido imprescindible para la salvación en las dos últimas temporadas, aquellas en las que una sanción de LaLiga impedía inscribir a más de 18 profesionales.
Crecieron deprisa, pero demostraron estar sobradamente preparados para un reto mayúsculo y ante una presión que hostigaba al
Málaga a nivel deportivo y económico. Lo mejor, sin embargo, no es sólo eso sino que la gran mayoría se ha consagrado, convirtiéndose en activos de un club que nunca ha podido aprovechar a sus promesas, traspasadas antes de que rompieran, algunos, en estrellas.
Es como si, en estos tiempos de Navidad, Papá Noel se hubiera pasado por La Rosaleda día sí y día también ofreciendo a los canteranos la opción de cumplir sus sueños. Aunque el regalo ha sido realmente para los entrenadores que han podido darles la alternativa.
Hace dos cursos fue el turno para cuatro futbolistas ya afianzados en el primer equipo. Son los casos de
Juande, Ramón, Ismael Casas y Antoñín. Este último fue vendido al
Granada con apenas 20 partidos con el primer equipo. Su traspaso salvó al Málaga de un descenso administrativo.
Ya pasó en su día con otros como Samu Castillejo, Samuel García o el hombre de moda en el fútbol español, el bético Juanmi.
El ejercicio 20/21 sirvió de consagración para los antes citados y de estreno para otros que, en edad juvenil, hicieron las delicias de los responsables y seguidores blanquiazules:
Haitam, Andrés Caro, Larrubia, Loren, Quintana y Benítez. Los tres primeros ya han jugado de nuevo con la primera plantilla en la actual temporada, ya sea en Liga o en Copa, pero sin demasiada continuidad.
Para esta, el regalo con el que se ha encontrado el cuerpo técnico ha sido con
la explosión de Kevin y Roberto y la aparición de Dani Lorenzo y Moussa Diarra. Un futuro espléndido, de seguir con esa progresión, que augura buenos momentos a la parroquia malaguista y que demuestra que
no hace falta que sea Navidad para que el Málaga pueda disfrutar de sus mejores regalos.