"Sambi ha sentido algo en el aductor; le he preguntado y no cree que tenga una rotura. No debe de ser una lesión", explicaba en la sala de prensa del Estadio Ramón Sánchez-Pizjuán un García Pimienta que cruza los dedos para que Lokonga no se pierda la visita del próximo domingo 8 de diciembre a las 21:00 horas al Metropolitano para medirse con el Atlético de Madrid. Ya tiene a sus órdenes a Saúl Ñíguez, que volvió 70 días después para sacarse de la chistera una asistencia de lujo para el empate de Dodi Lukébakio. Seguramente, el belga iba a descansar el jueves en Olot, cuando se espera la segunda unidad en Copa del Rey, pero, incluso con el ilicitano listo, está formando un trío muy sólido con Nemanja Gudelj y Djibril Sow, por lo que mejor contar con varias alternativas en la parcela ancha que tener que alinear a los únicos que hay.
La idea del míster catalán era dar los últimos minutos a Jesús Navas para que aumentara su récord personal de apariciones a las puertas de la retirada, así como mantener 'enchufado' a Kelechi Iheanacho, último en la rotación arriba y con su futuro bastante incierto, porque puede ser la llave invernal de un segundo refuerzo (atado Rubén Vargas, sólo vendrá un artillero en caso de hacer sitio y aumentar el disponible salarial, con Umar Sadiq vinculado de nuevo). Mientras tanto, el nigeriano apenas suma 445 minutos, con una única aportación (doble, en el torneo del K.O., frente a Las Rozas), pero con la 'espinita clavada' de haberse quedado en el banquillo sin participar contra el Rayo Vallecano. No se calza las botas, de hecho, desde la visita a Leganés, justo antes del parón, cuando se escoró a la izquierda, como últimamente en su selección. Las molestias de Lokonga hicieron cambiar de opinión a García Pimienta, que llamó a Lucien Agoumé.
Sin embargo, si la reacción fue bastante más airada y visible su enfado ante el Girona FC, ya que el entrenador prefirió apostar por Stanis Idumbo Muzambo, en esta ocasión Iheanacho pareció entender la coyuntura y se volvió, resignado, al banquillo para sentarse, curiosamente, al lado del atacante belga, todavía con la equipación sin cubrir, mientras se quitaba las espinilleras y se ponía la chaqueta con cara (lógica y entendible) de pocos amigos. El destino, el infortunio, le jugó una mala pasada, porque, si bien apenas le habría dado tiempo de romper a sudar, se esfumó la opción de acompañar al césped a Jesús Navas y, por qué no, disfrutar de una redención en forma de ocasión de gol.