Colocada por méritos propios en el panorama internacional del deporte, la medallista olímpica Alisa Ozhogina, (31 de octubre de 2000) defiende el origen de sus raíces con orgullo. Con el mismo cariño hacia Moscú que hacia Sevilla, esta nadadora cuenta con una procedencia singular. Hasta llegar a la cota que alcanzó el pasado verano en los Juegos Olímpicos de París 2024, fue caro el precio a pagar: "Yo sacrificaba mi vida personal por miedo a que me afectara la vida profesional". Así lo contó en una entrevista con ESTADIO Deportivo en la que relató el origen de sus apellidos, su pasado ruso y su postura con respecto al conflicto que asola su país de origen.
Al margen de lo que su apellido invite a pensar, Alisa lleva en Sevilla más años que la red de metro: "Yo considero sevillana porque desde pequeña, desde que tenía un año, yo vivo en Sevilla. Entonces, bueno, mis padres sí que han vivido 20 años en España, 20 años en Rusia, bueno, al revés, 20 años en Rusia, 20 años en España. Ellos justo se mudaron cuando mi madre tenía 23 y mi padre 27, y yo un añito. Entonces mis padres me tuvieron jóvenes y la verdad que nosotros, yo no puedo estar más agradecida. Yo quiero mucho a Rusia y yo he crecido con costumbres, con idiomas rusos, con dibujitos animados rusos, tradiciones rusas también, o sea, pero yo me considero sevillana. Y mis padres también, ahora más que nunca, se consideran sevillanos".
Unas raíces, las moscovitas, que le dieron altura de miras: "Estamos súper contentos de tener mentalidad europea, como lo llamamos nosotras, y de ver también lo que hay fuera. De tener más perspectivas, de haber visto más situaciones y, bueno, muy contenta, la verdad. Tengo allí a mis tíos y tengo mucha gente, pues, amigos de mis padres, del colegio, del barrio, de toda la vida".
El hecho de pensar en su familia le invita, indirectamente, a pensar en el conflicto bélico que su país mantiene con Ucrania. Esta invasión ha terminado con la vida de numerosos civiles y militares, y ha causado la pesadumbre para numerosos rusos que ya no habitan su tierra: "Es duro con todo lo que está pasando, que un país tan bonito esté tan mal aprovechado y esté gobernado por alguien tan malo, con tanta maldad. Mi primo sí que se ha tenido que mudar aquí porque si no, lo llamaban a filas allí. Pero está siendo duro, está siendo duro sobre todo por ver como personas a las que quieres ves que están completamente engañadas por una corrupción y una propaganda que en realidad no existe".
Tal es el nexo entre los civiles afectados por la histórica relación entre Ucrania y Rusia que Alisa lo vivió en su propia familia: "Ojalá se acabe todo pronto, al final tenemos que seguir con nuestra vida. Y sí que las primeras semanas, cuando empezó todo el conflicto, yo lo pasé muy mal. Pero, bueno, luego pues aprendes a vivir con ello. Y, bueno, yo veo a la gente que yo conozco de Ucrania porque es que lo peor es que estamos todos mezclados. Mi abuela tiene raíces ucranianas, mi padre pasaba el verano en Ucrania. O sea, que somos todos como hermanos y de repente verlos pelearse es muy duro. Yo, por suerte, con las chicas ucranianas he hablado y las he recibido en mi casa y me llevo súper bien, cosa que a mí me hace muy feliz. Así que, bueno, simplemente pues esperar a que esto se acabe pronto y a seguir con nuestra vida".