Un suspiro de alivio se escapó cuando el árbitro decretó que el último tiro estaba fuera de tiempo. Como ante el
Madrid en su último amistoso, era el triple de la victoria para el Tuenti
Estudiantes, pero
Van Lacke se había retrasado la décima suficiente para que no valiera. El
Baloncesto Sevilla lograba su primer triunfo con esta denominación. Una victoria muy trabajada, en la que al contrario de sus dos primeras apariciones, el espectáculo no emergió, pero en la que ya se vio más trabajo defensivo y la sensación de que este equipo, cuando un recurso se le agota, tiene otros muchos para cubrir esa deficiencia.
El equipo sevillano se encontró de salida un hándicap que marcó el encuentro, condicionó su ataque y casi le cuesta el partido: la importante baja de
Radicevic, al que reservaron para mañana. Con un
Thames espeso, muy bien defendido y errático en el tiro, lo que hubiera sido una baja anecdótica se convirtió en un lastre, ya que dejó a
Roth sin argumentos para variar el partido cuando el juego se atascaba. Y eso ocurrió demasiadas veces para obviarlo.
La zona estudiantil se atragantó, costó mucho abrirla y, con un deficiente tiro exterior, hubo que esperar al tercer cuarto para tomar la iniciativa. Hasta entonces, liderados por
Nacho Martín y el menor de los
Hernangómez, los que marcaban el ritmo fueron los de
Vidorreta. El equipo de Scott Roth sólo oponía la lucha bajo aro de
Willy, el acierto inicial de
Byars y mucha defensa, la justa para irse sólo cinco puntos abajo al descanso.
Todo empezó a cambiar a partir del tercer cuarto. Dos canastas iniciales del hasta entonces desaparecido Porzingis redujeron el marcador a la mínima expresión. La remontada no había llegado aún, pero el equipo hispalense ya nunca se despegaría, ni encajaría parciales como los de los dos primeros cuartos que hicieron rondar la desventaja, por momentos, en los siete u ocho puntos.
‘Aprendiendo’ a atacarLa clave estuvo en ataque. En ese tercer cuarto al fin encontraron la forma de romper una defensa en zona impertérrita. Penetraciones por el centro y desdoble a los hombres altos, en especial a
Porzingis, más libertad para Thames, hasta ese momento inédito, quien por primera vez pudo correr y, gracias a los bloqueos de sus compañeros, tirar con cierta soledad, y el acierto de
Watts desde el perímetro fueron claves para que el equipo que ejercía de local ganara un cuarto, pero sobre todo, llegara al último periodo con la confianza de que ya sabía cómo doblegar a su férreo enemigo.
No obstante, bajo aros, el equipo de Roth seguía teniendo problemas.
Balvin no acertaba, Hernangómez daba una de cal y otra de arena,
Oriola luchaba sin suerte y sólo Porzingis, con su velocidad encontraba huecos. Pero precisamente fue bajo aros donde se decidió el encuentro.
Con
Berni al mando y el equipo más enchufado desde fuera, la defensa madrileña se abrió y los balones empezaron a llegar a los pívots, a los que sólo paraban con faltas, que luego fallaban. Eso evitó la sentencia e hizo necesario tirar de épica, de la garra de Hernangómez y Byars y de la excelsa calidad de Porzingis para llegar cinco arriba a 46 segundos del final. Ahí pecaron de ingenuos, pero eso también sirve para aprender.