El Real Betis Balompié, en sus diferentes nomenclaturas durante los casi 115 años de vida que le contemplan, ha lucido más de una veintena de escudos diferentes en el pecho de sus camisetas. El último restyling data de hace once años, cuando la entidad verdiblanca presentó una nueva imagen de marca más moderna, adaptando trazos y tonalidades de color, después de un estudio pormenorizado de la empresa Below Group. "Es muy importante potenciar la marca Betis. Con este proyecto, unificamos criterios y creamos valor para la misma. Cualquier empresa mima en extremo su imagen corporativa, porque repercute en el valor y genera ingresos. La nuestra debe mantener una línea específica y generar ingresos para la entidad. Desde el consejo, agradecemos la labor de la empresa responsable del diseño, que ha realizado un trabajo muy profesional y, además, de forma desinteresada”, explicaba el entonces presidente, Miguel Guillén, en una época en la que las miras, tras el ascenso a Primera, estaban más en el capítulo societario que en el deportivo.
Se buscaba dar al escudo "una imagen más clara, más inequívoca, más coherente; en definitiva, más lógica", dentro de un proyecto que no pretendía cambiar el emblema de la institución, utilizado desde 1957, sino "simplemente modernizarlo para reducir su complejidad y, así, mejorarlo en términos de funcionalidad y legibilidad. Las líneas están más acentuadas, la percepción visual está más cerrada y el equilibrio del escudo está más y mejor conseguido. Además, la simplificación global facilita su aplicación gráfica", se puntualizó entonces. El objetivo del restyling era doble: por un lado, actualizar y normalizar el escudo; y, por otro, no alterar la identidad del club, muy presente en la mente de todos los béticos. Por ello, se mantuvieron las trece barras verdiblancas, así como las dos 'B' inscritas en el escudo y la corona.
Eso sí, se prescindió de los trazos que contenía la versión anterior. La tipografía elegida (Helvética Neue) apostó por la modernidad y la sencillez, desechando las opciones con serifa que hasta entonces se venían utilizando.
En este 2022, aprovechando también el salto de categoría, dos de los tres afortunados han variado su escudo.
El Almería, tercero en discordia, ha preferido seguir con el mismo, después del intento fallido de su dueño nada más aterrizar. Y se puede decir que el Girona ha optado por la vía más amable, mientras que el Valladolid ha elegido la más controvertida. De un lado, los catalanes han prescindido de la corona y adoptado el estilo esférico que se impone en todos los clubes del grupo abanderado por el Manchester City (New York City, Montevideo City Torque...), con el añadido de que fue la opción más votada (con un 80%) en agosto del año pasado en el proceso consultivo hacia los socios rojiblancos, que sabían del cambio para la campaña 22/23. Mucho más sorprendente ha sido el restyling pucelano, con una variación radical aprovechando el 94º Aniversario que ha generado muchas críticas en las redes sociales.
Por mucho que el Valladolid haya vendido que el nuevo escudo es "más blanquivioleta que nunca" y que ha querido "respetar la esencia e impulsar el porvenir", inspirándose en el emblema de 1928 y reforzando los elementos clave del club (los colores, las llamas y la corona, para ganar en "reconocimiento, impacto y presencia"), el caso es que el resultado, fruto de un estudio de tres años de duración, no ha gustado a la mayoría. Incluso, si bien la elección definitiva elimina la laureada de San Fernando que rodeaba al logo anterior, cabe recordar que ésta fue creada más de un siglo antes del franquismo, como símbolo militar vinculado al honor, y ha sido uno de los elementos que más enriquecían el escudo, que se queda con las franjas blanquivioletas, una corona real muy simplificada y las llamas rojas y amarillas, en consonancia con los colores de España.