Al Leganés le faltó calidad técnica para que se reflejaran en el marcador las buenas cosas que hizo como equipo, sobre todo en la primera parte,
y al Betis le faltó ser más equipo para obtener rendimiento del talento individual que atesoran sus jugadores. Y es que
Rubi sigue intentando encajar las bonitas piezas de su puzle todavía a mediados de febrero, quizá comenzando a sospechar, al fin, que
una cosa es contar con un puñado de grandes futbolistas y otra tener una buena plantilla.
Al técnico catalán le encanta verticalizar, pero su Betis tiene hombres, más bien, para ganar metros mediante asociaciones.
Ni Aleñá es extremo ni Joaquín está ya para profundizar por fuera. Su desborde ahora se reduce a diagonales interiores, pero no recibió ni un balón de cara, por la buena presión de los pepineros, que
dejaron a Mandi y Bartra sacar el balón, pero
impidiendo que ningún bético de la zona ancha recibiera y se girara.
Con el cambio de dibujo y hombres, el Betis generó más superioridades por las bandas y logró con sus dos puntas, al mismo tiempo, que
el Leganés retrasara su defensa y, por ende,
la presión, si bien
la profundidad al Betis sólo se la dio Canales, con el genial pase que Aleñá estrelló en Soriano.