Nadie se detiene ante la intrascendencia. Se convive con la fuente sin atender a su existencia. Nunca genera comentarios en ningún sentido. Ni siquiera se desvía la mirada por la sencilla razón de que no supone ningún riesgo para el 'statu quo'. Una indiferencia rancia y altiva que perdura hasta que el atrevimiento perturba la tranquilidad del orden establecido con la consecuente elevación de los decibelios desde el círculo mediático de los poderosos.
Los focos de lahipocresía iluminan entonces el rincón que antes ninguneaban con el propósito de deslumbrar al que desafía y activar una ruidosa campaña para desacreditar. Parece un tópico pero se produce a diario desde las esferas influyentes y el Sevilla ha comenzado a sufrirlo por su intromisión en un círculo privado en el que sólo el Atlético cuenta con el beneplácito para molestar a Real Madrid y Barça. De un granito se crea una trama que monopoliza la atención mediática capitalina y la anécdota soterra la verdadera dimensión alcanzada por los nervionenses.
Ayer era Sergio Ramos, hoy una pancarta y mañana cualquier otra circunstancia secundaria que pueda atomizar las energías que el Sevilla debe concentrar en continuar cruzando límites inimaginables. Porque, al fin y al cabo, el ruido desde Madrid es reflejo de que preocupa, y mucho, su presencia y, por ende, música celestial en Nervión.