Con un equipo que va a más y una competición menos; con una defensa bien cubierta cuando vuelva
Pareja; con mediocentros de sobra y una superpoblada segunda línea; con dos delanteros en racha como
Bacca y Gameiro más el empuje de
Carlos Fernández; con utópicas opciones de encontrar un ‘
Rakitic’ en invierno y, lo que es más importante, sin fichas libres -a la espera de saber qué ocurre con futbolistas como
Rabello,
Julián o Cristóforo-, a muy pocos les podría sorprender que el
Sevilla decidiese no acudir al mercado de enero.
Y es que, por mucho que se haya marchado
Rusescu y a otros les sobren motivos para desfilar por la puerta abierta por el rumano, no parece que se den las condiciones (económicas de la entidad y deportivas, respecto a lo que ofrece el mercado) óptimas para que
Unai Emery pueda aspirar a ver muy mejorada su plantilla actual.
De hecho, aunque se suelen confundir y son utilizadas como sinónimos, merecería la pena pararse a pensar sobre las diferencias existentes entre un ‘
refuerzo’ y un simple ‘
fichaje’; ya que, si bien el pasado verano, tras tanto cambio, no quedó más remedio que fichar; ahora en enero sólo tendría sentido reforzarse.
Dicho de otro modo: está muy claro que todo refuerzo es un fichaje; pero también que no todos los fichajes refuerzan de verdad la plantilla a la que llegan. Y en
Nervión se han dado cuenta tras tener varios ejemplos de cada término entre las 13 caras nuevas (14 con la recompra de
Beto) que llegaron al club hace seis meses.
Además, en el seno de la actual plantilla, hay jugadores que aún no han definido su rol, cuando ya casi se ha alcanzado el ecuador de la temporada; como pueden ser los casos de jugadores como los lesionados
Cheryshev y Marko Marin o de denostados como
Cristóforo. Ante estas circunstancias, y teniendo en cuenta que en enero todos los equipos intentan hacer su agosto y vender ‘fichajes’ a precio de ‘refuerzos’, sólo sería explicable que el
Sevilla gastase dinero en gangas y/o jugadores que, de verdad, mejoren lo que ya hay.