Anda el sevillismo preocupado, con razón, por el pobre caminar de su equipo en
LaLiga. Pero hoy toca disfrutar. No todos los días puedes ver a tu equipo saltar a un imponente estadio como el
Allianz Arena, con el himno de la
Champions retumbando, para enfrentarse a un
Bayern pentacampeón de
Europa en cuartos del máximo torneo continental.
Lo lógico es notar el pulso acelerado, la boca seca y sentir que del subconsciente brotan los sueños. Porque el sentido de cualquier club de fútbol no es otro que aspirar a partidos como el de esta noche. Una cita histórica en la que el
Sevilla se niega a claudicar. Es cierto que en tres días llegará otra 'final' liguera ante un rival directo como el
Villarreal. Un choque que hay que ganar sí o sí. Pero quién le dice a sus jugadores que no compitan en un escenario así, en un marco incomparable en el que todos sueñan con estar.
No queda otra que dejarse hasta la última gota de sangre. Batallar, dejarse la piel... y quién sabe si dar la campanada. Porque, aunque no destila el equipo de
Montella las mejores sensaciones tras la enésima goleada sufrida, no es menos cierto que en el gen sevillista hay un componente de competitividad extrema que a lo largo de los últimos años ha propiciado un catálogo de gestas imborrables en la memoria de una afición que hoy apoyará en masa a su equipo.
Casi 3.000 valientes que se dejarán el alma para hacerse notar entre el público alemán. O incluso callarlo, como hicieron en
Old Trafford. Un partido, el de Manchester, que debe alimentar la esperanza blanquirroja. Como el gol de
Andrés Palop en
Donetsk, el cabezazo de
Mbia en
Mestalla, la remontada en la final de
Basilea o la tanda de penaltis del Euroderbi, donde se le dio la vuelta a un 0-2 de la ida.
Son sólo algunos ejemplos de por qué el sevillismo no se resiste a soñar. Porque su equipo le ha demostrado muchas veces que en el fútbol no hay nada imposible. Y por ello, el criticado
Montella, hasta ahora infalible en las eliminatorias, tirará de sus mejores hombres para intentar la proeza y, con su traje de gala, doctorarse en el Viejo Continente ante los ojos de todo el orbe futbolístico.
Después que en
Vigo diera descanso a piezas clave como
Navas,
Franco Vázquez o
Escudero, hoy se espera ese once clásico que se recita de carrerilla, aunque en el mismo, la portería ahora es propiedad de
David Soria.
En la zaga, por su parte, la buena noticias es el regreso de
Mercado, que vuelve tras dos partidos ausente por lesión y será de la partida para formar junto a Lenglet en el eje. Lo contrario habría sido un grave problema, pues
Kjaer es baja y ni
Carriço ni Pareja tienen ritmo para una cita de tan alto ?voltaje.
Con
Banega y
Nzonzi al mando de las operaciones, también volverá
Correa tras la sobrecarga que le impidió jugar en Balaídos, diluyéndose la alternativa de Sandro, por lo que la única duda razonable reside en la delantera. Y es que, tras el 1-2 de la ida, el Sevilla está obligado a hacer dos tantos en
Múnich. Y su hombre-gol se llama
Wissam Ben Yedder, aunque
Luis Muriel fuese reservado en Liga, con la incertidumbre de si fue descanso o toque de atención.
Con uno u otro, la clave está en encontrar ese acierto rematador que no llega, mal endémico que habrá que solucionar en verano, amén de cortar la sangría atrás, premisa básica ante un equipo con el potencial ofensivo de un
Bayern que viene de proclamarse campeón de la
Bundesliga y reservar hasta siete jugadores. No llegan a tiempo
Alaba ni
Vidal, apostando esta vez
Heynckes por
Robben, lo que sacará del once a
Ribèry o
Thiago. Nombres que asustan. Pero hay que luchar, creer, soñar... y no rendirse jamás ¿Y si el Sevilla hace una de las suyas?