En su carta de despedida y en sus intervenciones radiofónicas después de la media noche, Quique Setién ha desvelado -aunque no expresamente- lo que era un secreto a voces, su desencuentro con Serra Ferrer. Haro y Catalán querían que siguiera al frente del equipo, pero el director deportivo no. Y, claro, puestos a elegir entre Setién y Serra, sabiendo el predicamento que el segundo tiene entre los béticos, la decisión -aunque ha llegado tarde y se ha hecho esperar en exceso- debía estar cantada. Han sobrado dudas y ha faltado determinación.
La armonía la rompieron, como casi siempre en fútbol, los malos resultados. Un técnico que no gana partidos no puede seguir al frente de una entidad deportiva que vive precisamente de triunfos. El Betis no puede permitirse el lujo de tener a un entrenador que no sepa mantener una relación fluida con quien le construye el equipo. A Serra no lo menciona en el capítulo de agradecimientos en su carta de despedida y, lo que es más grave, Setién reconoce que "hace mucho que no hablo con él".
Los egos, ni el de Setién ni el de Serra, nunca pueden estar por encima de una institución que vive del respaldo social de miles de béticos. En su autocrítica, también tardía, Setién reconoce que no ha sabido conectar con la grada. Le ha faltado empatizar con los béticos y, sobre todo, la flexibilidad necesaria para haber dotado de equilibrio a un equipo que se ha desangrado por su incapacidad defensiva.
Está por ver, a partir de ahora, qué heridas deja la marcha de
Setién en la relación entre
Haro los dirigentes y
Serra Ferrer. En los momentos de tensión, como los vividos con el técnico cántabro,
Haro y
Catalán han debilitado la figura de
Serra y han reforzado al técnico, a quien han apoyado hasta el último momento. De hecho, su adiós se vende como un mutuo acuerdo y más bien parece que ha sido Setién quien ha decidido marcharse por la presión y el ambiente irrespirable que transmite la grada.
Al vicepresidente deportivo le queda la responsabilidad de fichar a un nuevo entrenador con el que empatice en su forma de entender el fútbol y de apuntalar a un equipo al que no supo reforzar adecuadamente en el mercado invernal. Los dirigentes deben pasar página, depositar toda la confianza en Serra, aprender la lección y entender que el fútbol se maneja con unos códigos y unos tiempos diferentes a cualquier otra empresa. Y el Betis debe salir reforzado y evitar en el futuro que cualquier ego divida a su afición, el mejor y más valioso de sus patrimonios. Pierde Setién, ganan Serra y el Betis.