La primera planificación de Víctor Orta al frente del Sevilla FC, hace dos veranos, no resultó nada sencilla. Sus grandes apuestas fueron Dodi Lukébakio, ahora convertido en una de las estrellas del equipo tras una primera campaña irregular, y Djibril Sow, que sigue sin responder a las expectativas. Además, logró la cesión de Soumaré, que cumplió sin brillar en su único curso en Nervión, y tuvo su primer gran tachón con el fichaje de Mariano. Al margen de ellos, Pedrosa ya estaba cerrado por Monchi antes de irse y la llegada de Sergio Ramos fue una apuesta personal de Del Nido Carrasco, ejerciéndose también la opción de compra por Badé tras su buen rendimiento del curso anterior.
No fueron demasiados lo ciertos del director deportivo en su primera ventana de transferencias. Pero, sin duda, el refuerzo que más llamó la atención fue el de Orjan Nyland, un guardameta veterano que arrojaba muchas dudas al no haber jugado demasiado en sus anteriores clubes, como el RB Leipzig (3 partidos), el Reading (10), el Bournemouth (6) y el Norwich (un encuentro con su equipo reserva).
Desde que salió del Aston Villa en octubre de 2020, las actuaciones del meta noruego en las tres últimas campañas se reducían a esos 16 encuentros en la elite, más allá de ser un habitual pese a todo con su selección, pasando incluso periodos de varios meses en los que no tuvo equipo. Pero Orta confió en él. Una operación de bajo coste, al llegar libre, que provocó muchas críticas, pues aterrizaba tras la la venta millonaria de Bono.
De primeras, Mendilibar confió en Dmitrovic como titular, como se esperaba, pero Nyland le quitó muy pronto el puesto. En la sexta jornada ya se ganó un sitio y sólo una lesión de cadera que le tuvo dos meses fuera (entre noviembre y enero) le apartó del once. En total, 28 encuentros entre Liga, Champions y Copa del Rey en los que encajó 32 goles, ofreciendo un rendimiento que le sirvió para renovar.
En un primer momento, firmó por una sola campaña, por lo que acababa contrato el pasado 30 de junio, pero pronto se llegó a un acuerdo para ampliar su vinculación por dos temporadas más, hasta 2026, respondiendo a esa confianza sobre el campo. A sus 34 años, el meta natural de Volda se ha convertido en uno de los baluartes del equipo, como demostró en el derbi, salvando a su equipo en una primera mitad en la que el Betis gozó de ocasiones. Fue su tercera portería a cero en nueve jornadas, la mitad de las que consiguió el pasado curso en 24 choques ligueros. Además, es el tercer portero de LaLiga con más paradas (28). Dato que refrendan su buen rendimiento y le dan la razón a Orta.