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El CD Mairena baila samba brasileña

El CD Mairena baila samba brasileña
En la imagen, Bruno y Lucas posan con la bandera de Brasil en el estadio San Bartolomé. - Fran Delgado
Fran DelgadoFran Delgado9 min lectura
Bruno y Lucas, portero y delantero brasileños del CD Mairena, llegaron hace ocho años a Sevilla en busca del sueño futbolístico. El caprichoso mundo del balompié les obsequió con otro premio: una vida en la capital hispalense. La historia de esta pareja 'canarinha' comienza en Nervión, equipo en el que ambos coincidieron por primera vez, y tiene su punto y seguido en el San Bartolomé, donde fueron protagonistas en la última jornada: Bruno detuvo un penalti y Lucas anotó el tanto del triunfo del CD Mairena. "Por fin llegó ese domingo", reconoce el ariete.

En agosto de 2008 la vida de este dúo de brasileños se unió y, a pesar de que Lucas sí volvió a Brasil con el fin de encontrar su sitio en el fútbol, no se han vuelto a separar ni a nivel de afecto ni en el deportivo. Primero en el cuadro capitalino para, a partir de ahí, coincidir en el Paradas, en el Lora y, desde abril de este mismo año, en el CD Mairena. Todo un camino por el fútbol modesto hispalense. "Soy el representante de Lucas", confiesa Bruno entre risas. El ariete blanquinegro guarda con cariño todo el apoyo que el meta le ha prestado desde que se conocieron: "Bruno siempre me ayudó; si puedo ir dónde él esté, lo haré".

El recorrido de ambos hasta llegar a tener una vida en Sevilla no ha sido nada fácil. Por un lado, Bruno viajó en primer lugar hasta Alemania con la promesa de firmar un contrato con un equipo de la Segunda división del país teutón. Su condición de italo-brasileño le convertía en una pieza apetecible para varios conjuntos. Pero la tramitación de la doble nacionalidad tardó demasiado en llegar. "Me quedé sin contrato, así que mi representante me trajo a Sevilla para esperar la documentación", narra el portero. Después de regresar a Brasil y desplazarse a Italia logró los papeles. Un año y medio de espera que acabó con un contrato en el Écija, entonces en Segunda B, y una posterior cesión en el Paradas: "El tema de la documentación hizo que no pudiese firmar por ningún equipo, siempre me decían que iba a llegar y esperaba con ilusión. Cuando me di cuenta había pasado un año y medio sin poder jugar". Anteriormente, en Brasil era uno de los arqueros con mayor proyección. Canterano del Sao Paulo durante diez años y debutante en el primer equipo del Goias. "Tenía una proyección bastante buena; jugué con David Luiz y Paulinho; muchos llegaron a la elite", explica Bruno.

Por su parte, el vaivén de Lucas fue mucho mayor. Un año antes de probar suerte en Sevilla, el brasileño ya había pasado por las canteras del Valladolid, el Alavés y el extinto Salamanca. Incluso coincidió en un entrenamiento con el actual técnico del Deportivo, Gaizka Garitano. "Tuve muchos problemas con los papeles; no podía jugar ni en Segunda B ni en Tercera", cuenta el brasileño. Posteriormente, Vasco de Gama y un conjunto lituano fueron sus últimas oportunidades antes de regresar a la ciudad hispalense.

Entre tanto esfuerzo por conseguir el sueño de ser futbolistas, Sevilla siempre estuvo ahí. La capital hispalense enamoró a Bruno y Lucas desde el momento en que la conocieron. "Cuando me asenté en Sevilla y todo iba bien, me surgieron oportunidades para irme a otros sitios, como Estados Unidos, Portugal o Grecia, pero no lo veía claro; preferí no arriesgar y quedarme aquí", afirma el primero. Por su parte, el atacante no tuvo una infancia fácil. Nacido en una favela –barrio marginal brasileño- tuvo que compaginar su pasión por el fútbol con la violencia y la pobreza que asolaba a su entorno familiar. En Sevilla encontró la felicidad y la tranquilidad de la que no pudo disfrutar en Brasil. "Me había gustado la vida en Sevilla y la mía en Brasil no era fácil; iba a comprar el pan y presenciaba un tiroteo. Preferí intentar, además del fútbol, tener una vida normal", asegura Lucas, que, asimismo, añade: "Le debo mucho al fútbol por haberme sacado de allí; amigos míos no tuvieron esa oportunidad".

Actualmente, ambos son la alegría del vestuario del CD Mairena, del que Bruno, tras tres años en el San Bartolomé, es capitán. Conviene destacar que el meta, antes de firmar por los blanquinegros, tuvo un impasse de dos temporadas alejado del césped por temas de trabajo y una lesión de clavícula. "Bruno y yo ponemos la música en el vestuario; el míster siempre nos invita a que animemos a la plantilla antes de los partidos", revela el punta.

Esta pareja de brasileños ya se sienten como dos sevillanos más. La adaptación a Andalucía fue fácil desde el primer momento, pues ambos coinciden en que la acogida de la gente ha sido espectacular. De hecho, Lucas confiesa que baila sevillanas en la Feria. La ilusión que en un principio se transformó en tristeza y desesperanza es hoy agradecimiento al fútbol por haberles premiado con una vida en la ciudad hispalense. "Intenté ser futbolista hasta donde pude; no me quejo de cómo han ido las cosas, soy feliz, pues disfruto de la vida y de Sevilla", relata un Bruno que posee su propia marca de guantes. En la misma línea que su compañero se muestra un exultante Lucas, quien asegura estar "en el mejor momento de su vida". "Llegó un momento que quería hacer mi vida en Sevilla; tengo mi documentación, mi piso, mi trabajo, vivo con mi novia?"

El balompié, que a veces te da la espalda en el plano deportivo, te aporta otras muchas cosas que, quizá, son más importantes. El caso del dúo brasileño del CD Mairena es el mejor ejemplo de la riqueza de este deporte. Bruno Von Mann De Figueiredo y Lucas Luiz Da Silva encontraron a un hermano el uno en el otro. "Es un hermano, siempre está para lo que necesites; te sabe sacar una sonrisa y el lado bueno de las cosas", explica el arquero, quien significa lo mismo para el goleador brasileño: "Es mi gran hermano; tiene un corazón enorme y siempre está para ayudar a la gente".

Bruno, un portero que domina el juego de pies a la perfección y que, en palabras de Lucas, "podría haber llegado a más", cumplió su sueño. Su sueño de ser feliz, tal vez, no como lo esperaba cuando dejó a su familia con 15 años, pero sí con la plenitud que deseaba. Lucas, un delantero que aguanta el balón de espaldas de maravilla y que, además, es rápido, logró su propósito. Su objetivo de encontrar la paz que tanto ansiaba en su infancia. La sonrisa de Bruno y Lucas, es la sonrisa del fútbol, es la alegría de dos brasileños que, gracias a este deporte, han encontrado su sitio en Sevilla.